En este artículo [Oee… ¡Con mi playita no te metas!] hablamos de que teníamos que ceder ciertas libertades, como no ir el día que deseemos a las playas, para evitar aglomeraciones y poder sobrellevar de mejor manera la crisis generada por la pandemia del covid-19. Pero se entendía que el Estado sería cauto en considerar todas las posibilidades y brindar una solución equitativa y coherente para aplicar la norma cuyo objetivo o intención es evitar una segunda ola de contagios.
Bueno, lo que estamos viendo es que la norma es contradictoria y la aplican de manera absurda. Autoridades han exigido que para ingresar a la playa es necesario portar un instrumento deportivo y estar acreditados según el Instituto Peruano del Deporte (IPD). ¿Es en serio? También se vio que, según un noticiero, si un padre de familia lleva a sus hijas, solo a pasar el día, e instala una pequeña carpa, lo retiran de la playa, aun cuando esté casi vacía. ¡Es un sin sentido!
El Estado puede tener toda la buena intención de cuidarnos y evitar una nueva ola que vuelva hacer colapsar el sistema de salud peruano. Sin embargo, de buenas intenciones, está empedrado el infierno. La omnipresencia que desea tener el estado en todas las playas, por lo menos del litoral de Lima, no tiene sentido. Vigilar a cada ciudadano que asista a la playa con desconfianza porque puede osar ingresar a la arena (¡A la arena!) o simplemente quedarse a ver el mar es absurdo. Es discriminante porque los que tengan una casa en balneario o zona residencial es poco probable que tengan ese problema.
Esta situación se da porque tenemos la creencia de que el Estado debe encargarse de todo. “El Estado es el responsable”, “necesitamos una intervención del Estado”, etc. Es así como nuestras libertades individuales poco a poco van desapareciendo porque parecemos niños que dependemos de un “papá estado” que no nos puede dar libertad. Pero se las entregamos a una entidad que cree que mientras más grande y más responsabilidades absorbe es más poderosa e importante.
¿Por qué no mejor variar la estrategia? En vez de imponer restricciones y controles, ¿por qué no enseñar o transmitir conocimiento sobre el comportamiento que se debe tener en esta época de inicio de verano para evitar la segunda ola? Una encuesta de El Comercio-Ipsos, publicada la semana pasada, informaba que 58% de limeños no irían a la playa así no se cerraran. Una decisión individual y responsable de los ciudadanos.
Con ello, ¿qué puede hacer el Estado? Centrarse en informar, explicar o enseñar al 42% restante lo importante que es seguir manteniendo la distancia social y no acudir a lugares donde posiblemente existan aglomeraciones, como son las playas en verano. El Estado aún está a tiempo de desarrollar campañas que permitan lograr ese objetivo y evitar aplicar normas que de seguro crearán confrontación, desigualdad (que taaaanto dice combatir) y discriminación.
Que no te floreen. El Estado no está para que lo haga todo. Está en los propios ciudadanos la responsabilidad y el deber de cuidarnos. Como ciudadanos que pagamos impuestos y sostenemos al Estado, sí nos debe dar recomendaciones y hacer los cambios que aún están pendientes en el sector salud para enfrentar una posible segunda ola, en reactivar el resto de la economía para que más personas vuelvan a tener trabajo y en dar seguridad, porque la delincuencia también se reactivó, y que por tanto no pueden estar todos los policías cuidando las playas.