Culminó el primer mes de la gestión del presidente Pedro Castillo, marcado por las indefiniciones y los desaciertos. El mandatario está en el “ojo de la tormenta” por sus declaraciones y por designar en altos cargos del gobierno a personas que sin experiencia ni capacidad técnica para puestos que ocupan, por un lado, y con graves antecedentes y denuncias en el peor de los casos, que los descalifican para la función pública. Es por ello, que ya entró al debate la disyuntiva de si se le puede vacar por incapacidad moral o no al jefe de Estado.
La incapacidad moral está regulada en el artículo 113 de la Constitución peruana. Esta figura tomó relevancia en los últimos años, tras la renuncia de PPK antes de que fuera vacado por el Congreso, y también con la destitución de Martín Vizcarra por las acusaciones en su contra por acusaciones de corrupción cuando fue gobernador regional de Moquegua. Sobre esta última vacancia, hubo un amplio debate de constitucionalistas y de la opinión pública en tornoa la definición y la interpretación que se le debe dar a la incapacidad moral.
El abogado constitucionalista Lucas Ghersi señala que “es importante tomar en cuenta, que la posibilidad de vacar a una autoridad pública que está incapacitada moralmente para ejercer un cargo es un elemento indispensable en un Estado de Derecho. Cualquier persona que vaya en contra del ordenamiento constitucional y que tenga una conducta incompatible con la naturaleza del cargo, tiene que ser destituida, y eso es válido desde el puesto más bajo hasta el puesto más alto, como el presidente. Nadie está por encima de la ley, y si el presidente no puede ser acusado constitucionalmente prácticamente por nada, porque la Constitución establece un Estado restrictivo, la vacancia se convierte en una figura importante, porque de lo contrario podrían haber situaciones absurdas, como un presidente que reciba un maletín lleno de dinero por parte de una organización criminal, o que es un agresor sexual, o que esté involucrado flagrantemente en la corrupción, y no podría ser vacado. Eso quiere decir que la vacancia por incapacidad moral no es sinónimo de la vacancia por incapacidad mental. La incapacidad moral está referida al ejercicio de la conducta del presidente de manera incompatible con la dignidad del cargo, es básicamente un ‘impeachment»’.
Ahora, ¿se puede argumentar que Pedro Castillo no está en capacidad moral para gobernar? Hay algunos indicios que apuntan en ese sentido. Veamos.
- Vínculos con grupos terroristas: El Congreso debe investigar de manera intensa este tema. Hace unos días en el programa de Juliana Oxenford y en Willax salieron las relaciones amicales que tiene Pedro Castillo con su ministro de trabajo, Iber Maraví, quien tiene sólidas acusaciones por sus nexos con Sendero Luminoso y el Movadef, el brazo político de esta organización subversiva. Además, una investigación policial señala que el mismos Castillo tenía relaciones con el Conare-Sutep, la facción más radical del gremio de profesores y que tienen miembros del Movadef en sus filas. Lo más grave es que esa información confidencial ya la tienen ellos, y ahora todo testigo o colaborador puede estar en inminente peligro.
- Poco diligente para elegir ministros: Hay 12 de 19 ministros que tienen o han tenido algún tipo de problema legal. Entre ellos destacan, Guido Bellido (presidente del Consejo de Ministros), que tiene tres investigaciones fiscales en curso por apología al terrorismo, terrorismo y lavado de activos. Además, nombró canciller a Hector Bejar, un exguerrillero que fue condenado por sedición, que tuvo que renunciar por sus indefendibles posturas sobre el origen del terrorismo en el Perú.
- No tiene claras convicciones democráticas: En su campaña política, Pedro Castillo anunció que iba a cerrar la Defensoría del Pueblo y el Tribunal Constitucional. Además, no podemos olvidar que defendía el ideario marxista-leninista de Perú Libre, que consiste en tomar el control de los poderes del Estado y restringir libertades civiles y derechos constitucionales. La “gota que derramó el vaso” fue que en sus primeros días como presidente, despachó fuera de Palacio y no quedó registro de ninguna de las visitas y reuniones que sostuvo.
Al parecer a Pedro Castillo se le ha olvidado que es el presidente de la República. No da entrevistas, no ha hecho ningún anuncio importante sobre el rumbo de su gobierno ni ha sido capaz de dar señales claras que proyecten tranquilidad y estabilidad y que ayuden a calmar la incertidumbre política que afecta la economía. La falta de liderazgo del mandatario para tomar decisiones y resolver las crisis en Palacio solo agrava el caos y el desgobierno que dominan su gestión. Todo lo anterior hace que una pregunta se caiga de madura: ¿Realmente está en capacidad de dirigir los destinos del país?