Imágenes de fiscalizadores ediles en Lima y provincias que despojan -con violencia muchas veces- a vendedores ambulantes de su mercadería se han vuelto muy comunes en las últimas semana y meses.
¿Pero cuál es el problema, te preguntarás, si estamos en emergencia sanitaria por el coronavirus? Bueno, orden sí, pero así no, porque hay un patrón que se repite en la mayoría de estas intervenciones: el abuso con que actúa el personal de las municipalidades. ¿No creen? Entren aquí y mírenlo con sus propios ojos. Y para muestra, un botón.
Varias de estas denuncias se han dado en La Victoria, bajo la gestión del alcalde George Forsyth, posible candidato presidencial. “Se están tomando acciones severas para hacer respetar el distanciamiento social”, dice la autoridad edil.
Ya, de acuerdo, dirás, porque durante un estado de emergencia hay derechos que se pueden suspender o restringir ¿Y cuáles son estos? Según la ley, “la libertad y la seguridad personales, la inviolabilidad del domicilio, y la libertad de reunión y de tránsito en el territorio”. Pero hay un detalle clave: la integridad de las personas se tiene que garantizar bajo cualquier circunstancia. La misma ley también lo dice.
Además, el uso legítimo de la fuerza pública le corresponde a la policía y fuerzas armadas, no a los municipios. Los fiscalizadores ediles pueden intervenir si se están incumpliendo normas en espacios públicos de sus distritos, pero en ningún caso, ni siquiera en un estado de emergencia, pueden violar los derechos relativos a la integridad de las personas.
Entonces, ¿qué pasa cuando vemos a los fiscalizadores municipales que humillan, maltratan y a veces hasta golpean a ambulantes, incluso ancianos o mujeres que trabajan como vendedores informales? Según la ley, eso es abuso de autoridad, y es un delito.
En varios de estos casos hay además denuncias de que esos mismos fiscalizadores exigen coimas a los comerciantes informales para que recuperen la mercadería que les quitaron. Eso es corrupción y hay que ser muy miserables para actuar así con personas que muchas veces no tienen otra opción que salir a las calles a buscarse unas monedas para sobrevivir día a día.
Finalmente, si ves a un emolientero, o aun frutero trabajando porque de verdad la está pasando mal, y no le hace daño a nadie, podrías acompañarlo para que se ubique en un lugar adecuado, pero ¿echarlo a patadas? Qué indolencia.