Conversamos con una empresaria del sector gastronómico. Vamos a ponerle Inés de nombre. Cuando finalizó el colegio, quiso estudiar en una universidad pública. Solo intentó una vez y no logró ingresar. Tuvo que ponerse a trabajar, pero sabía que no necesitaba de una profesión para tener éxito. Solo le tomaría más esfuerzo y tiempo.
Vendió productos en la calle y en los alrededores de Mesa Redonda. Hasta que consiguió un puesto de cajera en un restorán de comida marina. En menos de un año, logró meterse a la cocina… ufff, su sazón no solo conquistó a la dueña, sino a los clientes que frecuentaban el huarique. Al toque se hizo más conocido el restorán. Su trabajo le permitió pagarse unos cursos de barista y de gestión en cocina.
Después de cinco años de esfuerzo y disciplina para ahorrar, Inés emprendió su propio restorán. Empezó con un pequeño local. Pero los problemas empezaron en el acto. Tuvo clientela, pero también fue objeto de asaltos. Sufrió dos. Pidió constantemente que la policía se dé unas vueltas por su zona para disuadir. Dice que nunca fueron. La cuadra, no solo tenía su local, también había otros restoranes, ferreterías y bodegas.
Pero después vino lo peor. Ya no solo eran asaltos al paso. Se puso brava la cosa porque la llamaban a extorsionarla. Denunció el hecho… ¿desde dónde la llamaban? Desde la cárcel… Nuestro Estado es la muerte… ¡literal! Tuvo que cerrar. Del distrito de donde estaba, se mudó a Pueblo Libre. Con préstamos de familiares y de un banco repotenció su negocio. En temas de seguridad le fue mucho mejor, pero soportó acoso de las autoridades por las observaciones y trámites absurdos que la obligaban hacer y pagar.
Después de 20 años trabajando, con esfuerzo, valentía y rascando con paciencia desde el fondo de su ser, hoy cuenta con dos amplios locales donde atiende a clientes que siguen con ella desde que empezó. Aunque el Estado no le supo retribuirle en buenos servicios públicos todo lo que pagaba en impuestos, ella continuó pagando (para evitarse más problema también, ¿no?).
Con base a cierta información que nos brindó y supuestos que hemos planteado, hemos calculado que Inés ha pagado, en los últimos 15 años, S/ 1.8 millones en impuestos gracias al trabajo de toda una vida. Miremos la tabla N°1, donde se detalla el monto por año que esta empresa pudo abonarle a la SUNAT en impuestos a la renta.
La suma de ambos tramos da como resultado S/1.8 millones un solo negocio. El cual, como te contamos al inicio, no fueron recursos devueltos en buenos servicios públicos. ¿A qué equivale o qué hubiera podido hacer con esos recursos? Inés nos comenta que 10 años atrás, se le ocurrió invertir en biohuertos. En Chincha, tuvo la posibilidad de invertir para sembrar productos que usaba en la cocina. Si hubiese salido, el 25% de los insumos que usaría serían propios.
Otra idea que también se le ocurrió por esas fechas es que con un 10% menos en su flujo de gastos por impuestos, pudo haber renovado equipos de cocina sin incurrir en créditos a tasas del 35% que le aplican a las MYPES. Hoy puede decirse que está más posicionada y ya no enfrenta tasas tan altas, pero antes, el crédito era muy caro.
Los regímenes tributarios para PYMES (como MYPE Tributario y Régimen Especial de Impuesto a la Renta) recaudaron S/8 mil millones en impuestos en últimos 15 años, pero las contraprestaciones que dan, dejan mucho que desear, sobre todo en seguridad y salud. Opinión que comparte Inés. La diferencia de acceso a servicios públicos es muy desigual en lima. “En el distrito donde empecé, todo el día era pensar en que los clientes que entraban, no terminen siendo delincuentes”, nos comenta.
Lo otro era en la salud. “Pagaba el correspondiente porcentaje que debía ir a EsSalud (9%), pero mis empleados me decían que era imposible que los atiendan, eran colas de colas. Cuando empezó el mecanismo de las citas, programas una cita hoy, y te atendían en 70 ó 90 días después. Lo mismo sucedía con las pruebas médicas. No tiene sentido. Preferí invertir en seguros privados”.
Los impuestos son importantes, nadie duda sobre eso, pero sacrificios como los de Inés y de otros empresarios, tanto grandes como medianos y pequeños, tienen que verse reflejado en mejores servicios públicos y en gasto social responsable. Proveer buenos servicios públicos y redistribuir la riqueza para equiparar la cancha es chamba del Estado, pero debe hacerlo de forma eficaz, eficiente y con calidad.