Todo apunta que la segunda ola de Covid-19 en el Perú será peor que la primera, según algunos datos e indicadores que registran sus niveles más altos en los últimos cuatro meses. En enero hubo 108 muertes diarias, casi el doble de lo reportado a fines de diciembre, la ocupación de camas UCI está al límite y el uso de camas de hospitalización aumentó en 48%, por mencionar algunas cifras.
Alarmados por esta situación, en el gobierno tuvieron que anunciar la semana pasada una nueva cuarentena en Lima y otras nueve regiones del país con riesgo extremo, que entró vigencia hace dos días y durará hasta el 14 de febrero, pero lo hicieron casi al caballazo y de una manera confusa y desordenada, porque luego tuvieron que hacer precisiones y correcciones sobre la marcha y a la carrera.
La primera ola en el país puso en duda la efectividad de los confinamientos para contener los contagios. Las cuarentenas, para que tengan el impacto deseado, deben ir acompañadas de otras medidas claves, como mejorar la capacidad de respuesta hospitalaria, que se hagan más pruebas y que se compren las vacunas de manera oportuna y en las cantidades suficientes, además de ayudas económicas y sociales a los más vulnerables.
Pero casi nada de eso se hizo y el panorama ha cambiado poco en los últimos 10 meses, lo que confirma la incapacidad del Estado para gestionar la crisis sanitaria. Según datos oficiales, solo en enero se ocuparon en promedio 20 nuevas camas UCI al día, lo que sobrepasó la capacidad de respuesta del sistema de salud en su conjunto -Minsa, Essalud, FFAA, PNP e incluso privados-, que solo logró habilitar 14,5 camas por día.
En cuanto a vacunas, solo tenemos aseguradas un millón de dosis para el primer trimestre del año, que servirán para inmunizar a 500 mil personas, la mayoría personal de primera línea de lucha contra el virus. Así, creer o centrar nuestras esperanzas en la vacunación para controlar la pandemia en este 2021 no es realista.
“No hay oxígeno, el personal no puede trabajar, ya se rebalsó la capacidad operativa. Estamos en esta ola que crece, falta febrero y marzo y la vacuna va a ser limitada y gradual».
Ciro Maguiña, vicedecano del Colegio Médico del Perú, .
En estas condiciones es que entramos en una nueva cuarentena, a lo que se suma que hoy la gente está más desgastada en términos económicos y sicológicos y el gobierno tiene menos recursos para el apoyo a empresas o personas vulnerables. De hecho el anunciado bono de S/ 600 para unas 4.2 millones de familias se empezará a pagar el 17 de febrero, tres días después de que acabe el confinamiento, lo que puede revelar dos cosas: o una total improvisación o que están previendo alargar el encierro.
Esto además explicaría en parte que se incumplan las restricciones de movilidad. La llamada indisciplina social tiene dos caras: quienes salen porque no tienen otra opción para buscarse el sustento diario, la mayoría informales sin acceso a bonos ni ningún otro tipo de beneficio social, y los irresponsables que salen porque quieren y acuden u organizan fiestas y reuniones sociales, lo que pone en riesgo a sus familias y la lucha contra la pandemia. Estos últimos no tienen justificación alguna y merecen sanción.
De hecho, una encuesta nacional del IEP, realizada 1.205 ciudadanos, revela que si bien el 89% dice sentir temor por los efectos de la segunda ola, un 38% reconoce que asiste a reuniones y otro 20% dice que “a veces” usa protector facial en los buses de transporte público. Las cifras revelan que se han relajado algunas medidas de autocuidado: mientras un 62% dice que es consciente de que la mejor forma de cuidarse es acatando las medidas de seguridad, un 27% sostiene que cada uno decide cómo se cuida. ¿Y el temor a las vacunas? Un 30% dice que no está dispuesto a vacunarse, frente a un 56% que sí lo está.
Así las cosas, está en nuestras manos no bajar la guardia y seguir cuidándonos, porque el Estado no ha sido capaz de hacer bien su trabajo, que implica pensar en medidas más focalizadas y sustentadas en criterios técnicos sobre la base del conocimiento actual del virus. La cuarentena lo que busca es cortar la transmisión del virus y darle un respiro al sistema de salud, pero no es sí misma un plan para enfrentar la pandemia. Parece que seguimos sin una estrategia clara para hacerlo.