Mi querida amiga Cecilia me llamó el otro día al borde de las lágrimas, porque ya no podía seguir sosteniendo su restaurante. “Ya no doy más”, me dijo. Está llena de deudas. Lleva cinco meses sin pagar el alquiler de su local, le debe a proveedores, a la Sunat y a sus trabajadores. A duras penas podía cubrir los servicios con la esperanza de hallar una luz al final túnel que nunca vio. Tuvo que cerrar, como otros 100 mil negocios de este rubro que quebraron por la crisis sanitaria y económica, producto de la pandemia, según revela Blanca Chávez, presidenta de la Asociación de Hoteles, Restaurante y Afines (Ahora Perú).
Y la pesadilla parece que está lejos de acabar, porque las ventas de los locales que siguen en pie han caído 40% por la incertidumbre del panorama político y electoral en el Perú. Necesitan urgente un salvavidas del gobierno para evitar el naufragio. Medidas muy puntuales podrían hacer la diferencia, señala el gremio, como la reducción del IGV a 7%, la ampliación del horario de toque de queda hasta la medianoche y el uso de vehículos particulares los domingos.
Al menos ahora que los niveles de contagios han empezado a caer en el país, a medida que avanza la vacunación, se pueden flexibilizar algunas medidas. De hecho, Lima y el Callao han pasado de nivel de riesgo «muy alto» a «alto», con lo que los restaurantes y afines podrán ampliar sus afores de 40% a 50%, pero se mantiene la restricción para el uso de vehículos particulares, lo que evita que más gente se movilice esos días hacia estos negocios.
Sea como fuere, parecen ser propuestas razonables si revisamos el terrible impacto que ha tenido en el sector las medidas restrictivas por la pandemia. Los datos, cifras y evidencias que acá les explico, no dejan lugar a dudas. Veamos.
El Perú tuvo la tercera cuarentena más rigurosa de la región, solo superada por Argentina y Honduras. Uno podría pensar que esto es solo un promedio del último año; sin embargo, en los últimos 3 meses (abril a junio), Perú sigue arriba de la tabla en cuarto lugar. Tampoco ha existido una significativa flexibilización de las medidas a lo largo de lo que va del año. ¿Qué ha producido esto?

Antes de la pandemia, poco más de 1.2 millones de peruanos trabajaban en el sector restaurantes y alojamiento. Luego de una de las cuarentenas más estrictas del mundo, a junio 2020, solo el 20% de estos peruanos continuaban trabajando en este rubro. En cambio, a nivel nacional el impacto fue mucho menor, aún continuaban laborando el 61% de los peruanos. Esto se debe a que la naturaleza del negocio de los restaurantes hizo que el Estado impusiera el cierre total de la mayoría de estos; donde a su vez también abundaban los negocios pequeños. Cerca del 88% de los trabajadores, o eran independientes o laboraban para una microempresa.

A junio 2020, casi 1 millón de peruanos perdieron su empleo. El 87.5% de estos trabajaban en el sector informal. A pesar de la progresiva recuperación, a diciembre 2020 la cantidad de empleos continuaba aún 20% por debajo que en el año anterior. También a fines del 2020, mientras los salarios se habían casi recuperado a nivel nacional (2% por debajo), los sueldos en este sector seguían 23% por debajo que el 2019. ¿Por qué se vieron tan afectados tanto el empleo y los salarios de este sector?

Precisamente porque la actividad de los restaurantes cayó en abril de 2020, de un mes para el otro, en un 94%. Esto obligó a despedir a muchos trabajadores. A pesar de una progresiva recuperación a partir de diversos canales como el delivery y la apertura controlada con distanciamiento, el sector, en lo que va del 2021 (enero a abril), sigue aún 34% por debajo que sus niveles prepandemia (2019). La crisis en el sector gastronómico peruano continúa persistiendo y no parece que vaya a recuperar sin un importante cambio de timón.

Este cambio de timón pasa por flexibilizar los horarios en los que se permite la atención de restaurantes, así como facilidades e incentivos a la contratación de más personal para que estas personas recuperen su empleo. También es importante acelerar el proceso de vacunación para el retorno a las condiciones de operación previas a la pandemia. Del mismo modo, al ser la industria gastronómica fundamental en la identidad nacional, no debería descartarse la posibilidad de incentivos tributarios en el corto plazo para reactivarla.