Sobre gustos y colores no han escrito los autores. Aplica también para el morado que, mal que bien, fue uno de los partidos protagonistas del último lustro de política peruana. Hoy que el país afronta el peor inicio de gobierno en su historia moderna, toca construir una alternativa sólida capaz de relegar al marxismo en la primera oportunidad que se presente. En esa línea, hay aprendizajes valiosos sobre el ascenso y caída del Partido Morado, y no aprovecharlos sería auto-dispararnos una bala que ya nos hirió gravemente en esta jornada electoral 2021. Eso sí, para esto se requiere apertura para considerar dos verdades: i) Que el Partido Morado se inició como una gran idea, pero que ii) ya murió completamente. Típicamente se defiende una verdad o la otra, nunca las dos, pero tratemos de que ambas convivan para este ejercicio.
Julio Guzmán, fundador del Partido Morado, llegó a tener casi 20% de intención de voto en 2016, no por llamarse de centro, sino por empujar en la práctica una campaña que defendía tanto el libre mercado como una agenda de inclusión. Esa era la buena idea, una derecha que no obligue a escoger entre la economía o las causas sociales más vigentes. El mensaje convenció a jóvenes no solo de votar por el partido, sino de unirse a sus filas, y así es como los Olivares y Belaundes, por ejemplo, llegaron a sumarse a otros líderes de opinión con más recorrido como Costa, Lizárraga o Sagasti. Lograron dentro de todo poner principios comunes por encima de sus agendas personales, una institucionalidad que cada vez se veía menos en otros partidos actuales.
El problema llegó en noviembre 2020, cuando el Partido Morado se alzó contra la vacancia de Vizcarra. Más allá de la controversia de las protestas, este evento alteró el genoma morado y aumentó el peso del componente social. Esta prioridad quedó clarísima en el reclutamiento de nuevos representantes para la campaña electoral 2021, y más clara aun en su postura “vigilante” -pero en la práctica tolerante- a la amenaza del comunismo en segunda vuelta. Era lógico, ¿cómo iban a apoyar a la bancada obstruccionista que juraron tumbar? Se encontraron con una tremenda disonancia cognitiva. Por un lado, la nueva cara morada era suficientemente de izquierda para espantar a los defensores del mercado; por otro, no convencía tampoco a los de agenda social que la vieron mucho más clara con Verónika Mendoza. Ahí es donde muere el partido, cuando sus dos pilares ya no pueden convivir.
El que mucho abarca, poco aprieta. La aspiración de neutralidad del Partido Morado lo paralizó en momentos donde sí era necesario tomar una postura. En últimas, su negligencia fue por definición una decisión de dejar el piloto automático cuando la ruta ya estaba claramente en dirección izquierda. El resultado global ya lo sabemos con sombrero, y el parcial no fue menos trágico (para el partido): 2% de votos en presidenciales y tres curules en el actual Congreso, que tuvieron que diluirse con Somos Perú (!) para sobrevivir. Game over.