No una ni dos. Son varias las veces que Keiko Fujimori ha “pedido perdón” por sus “errores”, pero sigue sin convencer. Ese es su mayor pasivo político: la falta de credibilidad que se ganó a pulso. Como hemos señalado acá, la candidata de Fuerza Popular no termina de encajar un mensaje que se perciba como sincero, que transmita realmente un arrepentimiento por los delitos y crímenes del fujimorismo en los 90 y el talante confrontacional y poco democrático que tuvo la bancada keikista que controlaba el Congreso en 2016.
Hace dos días, en plena gira por Pucallpa, ensayó unas disculpas: «He pedido perdón en reiteradas oportunidades y si lo tengo que volver a hacer pues continuaré con eso, porque creo que el reconocimiento de errores, el pedir disculpas o pedir perdón hace a la persona más humana y nos hace entender que se pueden hacer las cosas mucho mejor».
El último fin de semana, en una entrevista con el programa Punto Final, hizo lo propio. “He cometido varios errores”, señaló, pero luego matizó: “El primero, no pedir recuento de votos”. Deja entrever que sigue sin superar la derrota electoral del 2016, que la llevó a promover el caos desde el Congreso. Hoy seguimos padeciendo los estragos de esas crisis política que desató.
¿Por qué no convence?
Un grupo de expertos revisó algunas de sus declaraciones públicas en las que ha “pedido perdón”, y analizó el tono de voz que usó, su mirada y sus gestos. Hallaron en la mayoría de casos deficiencias en algunos de estos elementos, que juntos son clave para una comunicación efectiva. Veamos:




Ergo: Hasta ahora, según este análisis, en ninguno de los mensajes de Keiko Fujimori se percibe un «pedido genuino de perdón», sin «justificaciones ni subterfugios», que además incluya un tono de voz «asertivo-sumiso», una mirada «contemplativa» (ojos bien abiertos) y unos gestos que la muestren «pensativa, reflexiva, sin muletillas y con dicción pausada».
Aunque Keiko ha logrado reducir su antivoto (está 55% según Ipsos), el antifujimorismo sigue siendo una fuerza importante en el Perú. Ya evitó que la que la heredera política de Alberto Fujimori alcanzara la presidencia dos veces, en 2011 y en 2016. Y recientemente, ese voto de castigo se vio en la elección congresal del 2020, en la que el fujimorismo quedó maltrecho y reducido.
«El rechazo genera identidades y el antifujimorismo es eso, una de las identidades partidarias negativas más importantes de Perú», dice el politólogo Carlos Meléndez, autor del libro «El mal menor», donde analiza justamente el fenómeno del antifujimorismo.