Como todos sabemos, la agencia internacional Moody’s nos rebajó, después de 20 años, la clasificación de riesgo en nuestra deuda soberana. ¿Qué quiere decir esto? La clasificación o también conocida como rating, es una opinión sobre la habilidad y la disposición de un gobierno de pagar puntualmente todas sus obligaciones financieras. Es una opinión que pesa, influye en otras opiniones o expectativas que se tiene sobre ese gobierno, del cual dependerá el futuro de un país.
Esas opiniones se construyen considerando dos tipos de variables: numéricas o cuantitativas que básicamente son variables macroeconómicas: inflación, niveles de deuda, nivel de reservas, déficit fiscal, recaudación, dolarización de la economía, dependencia en la exportación de commodities, etc. El otro tipo de variables son de calidad o cualitativas, las cuales se enfocan en la institucionalidad y riesgos políticos.
Entonces, ¿qué ha pasado? Hay varias clasificadoras en el mundo, pero las más importantes y respetadas (aunque tienen sus anticuchos por la crisis subprime del 2008) son tres: Standard&Poors (S&P), Fitch Rating (Fitch) y Moody’s. Como dijimos, la única que nos ha bajado “el dedo”, por el momento, es Moody’s. Y su decisión se basó por problemas políticos, no solo los actuales de incertidumbre y poca confianza que genera el gobierno de Pedro Castillo, sino también por lo que se vivió en los últimos años (cierre del Congreso, vacancia presidencial, manifestaciones, leyes populistas del Parlamento anterior declaradas inconstitucionales, etc.). Esto no permitió crear agendas de desarrollo.
Miremos el cuadro N°1 en la columna de Moody’s. La opinión que tenían sobre la deuda peruana, hasta el 26 de agosto, era que tenía bajo riesgo de crédito o fuerte capacidad de pago y por eso, nos concedían un A3. Sin embargo, al día siguiente su comité de análisis dijo “un país con calificación A3, no se comporta y manda las señales que Perú está enviando”. Por ello, de A3 (en verde), nos bajaron a Baa1 (en rojo). Pero ahí no queda la cosa. Cuando te bajan la calificación te dicen algo más: “perspectiva estable o negativa”. A nosotros, gracias a otras fortalezas, nos dejaron la perspectiva en estable. Quiere decir que en el mediano plazo, entre 12 a 18 meses, no habría más cambios.
Sin embargo, en una entrevista a Jaime Reusche, vicepresidente y Senior Credit Officer de la agencia Moody’s para Bloomberg en Línea, dijo que “si empezamos a ver que los riesgos que nos preocupan se empiezan a materializar, vamos a actuar rápido. (…) Sí, tenemos varios puntos que nos preocupan y que los vemos como riesgos a esa perspectiva estable”. En el caso de las otras agencias, Fitch Rating nos da un BBB+ (desde diciembre 2020) y S&P un A- (desde agosto 2013).
Noten que esta reducción en la calificación de Moody’s nos deja a dos niveles del grado especulativo. Situación que no teníamos desde el 2007. ¿Por qué es importante? Porque justo desde el 2007, cuando nos dieron el grado de inversión, le permitió al Perú acceder a tasas de interés más bajas. Es decir, endeudarse para financiar inversiones era más barato. Y ojo, el grado de inversión, y lo bueno que implica, no solo es para el gobierno, sino para todas las empresas privadas que operan en el país.
Pero hoy, dada esta rebaja, preocupa porque aparece el efecto contrario: dado el déficit fiscal que tenemos, el hueco tiene que ser tapado con deuda. No hay de otra (bueno sí hay, que el Estado se reduzca, pero eso es un sueño). El país debe emitir bonos y lo hará pagando mayores tasas de interés, lo cual implica tener menos recursos para asignar en educación, salud e infraestructura y por el lado de las empresas implicará que inviertan menos y contraten menos personal debido a que sus gastos financieros aumentarán de todas maneras.
¿Cuál fue la reacción del gobierno? El único que habló del tema fue el mismo ministro Pedro Francke. En su presentación al Congreso para hablar del presupuesto público 2022 dijo lo siguiente: “Hemos recibido la noticia de la agencia Moody’s que nos ha rebajado un poco la calificación. Todavía estamos bien sólidos en el lado de países con grado de inversión. Este es el tema esencial para obtener financiamiento fácil: el mantener el grado de inversión y no es que estemos cerca a perderlo”.
¡Cómo cambias pelona! O mejor dicho, aquí encaja a la perfección la frase que dice: ‘una cosa es con guitarra y otra con cajón’. En enero de 2018, Francke publicó el documento de trabajo N°449, que lleva de título Derecho a la salud, cáncer y política fiscal en el Perú. En su página 36 dice lo siguiente: “El objetivo de esta política [rápida reducción del déficit] es asegurar que el Perú siga siendo bien calificado por las clasificadoras de riesgo internacionales, lo que facilita que las grandes empresas puedan obtener crédito más barato en fuentes internacionales”. O sea, para él, hace poco más de tres años, el grado de inversión solo beneficiada a las grandes empresas. ¡Increíble! ¿Eso les enseñó a sus alumnos?
Pero ahí no queda la cosa… en esa misma presentación ante el Congreso, también dijo lo siguiente: “Casi todos los países han sufrido una reducción en sus calificaciones crediticias. Nosotros hemos recibido esta noticia que no es buena. De una calificación a la baja de Moody’s, pero que nos mantiene en perspectiva estable”.
Señor ministro, no se pase pues… una de las primeras frases que recibes de niño, normalmente las madres nos lo dicen con una chancla en la mano, es “¿si tus amigos se tiran de un puente, también te avientas con ellos?” Es lo mismo. Como a ellos se les baja, también pueden bajarme la clasificación… todo bien. No, así no es. El Perú, con un liderazgo claro, con políticas claras, por más de izquierdas que sean, pero con una visión de construir país, y con personas probas e íntegras, jamás se le hubiese reducido la calificación a su deuda. No altere la realidad. No sea como Wayka.
El problema es que estamos como la fábula de la rana y el agua que hierve. Estamos viendo cómo, poco a poco, se dan malos resultados o la evidencia no es buena, pero no hacemos nada. No exigimos cambios drásticos al gobierno por la situación. Los dejamos ser. Los dejamos actuar. Estamos cediendo ante lo políticamente correcto para que no se diga que no se le deja trabajar. Puede ser una buena estrategia dejarlo ser y que implosione solito, pero, ¿a qué costo? ¿Al costo de tirar por la borda un trabajo de 20 años? ¿En qué momento los ciudadanos diremos basta?