Algo muy malo nos está pasando como sociedad. Y si no lo corregimos a tiempo, nos estallará en la cara. Una sociedad que no respeta o considera sagrada la propiedad privada no tiene manera de desarrollarse. No tiene manera de crear cimientos para que las interrelaciones humanas se puedan dar. Un valor importante para el desarrollo de relaciones humanas es la confianza. Y sin respeto a la propiedad privada, surgen todo tipo de conflictos y se acaban las relaciones.
Sin propiedad privada, no se puede generar confianza y sin confianza, no se puede organizar la sociedad. Nuestra sociedad enfrenta, continuamente, un problema económico: la escasez, y esta es la principal causa de que se generen conflictos. ¿Por qué? Porque no hay suficientes unidades de bienes para satisfacer las metas, preferencias o deseos de todos.
Imagina tu casa. Es tuya, la construiste. O tal vez como muchos de nuestros padres en los años 80, llenaron sus propias bolsas de cemento y las cargaron en sus bochos, para tener su casa, poder criar a sus hijos y darles un ambiente de paz. Pero, ¿qué harías si cualquier persona se mete a ella sin tu consentimiento? A parte de la frustración y rabia, harías lo necesario para que esa persona o grupo de personas, se retire cuanto antes.
La propiedad es fundamental. Un economista francés del S. XIX llamado Frederick Bastiat, escribió que “la propiedad no existe porque haya leyes, sino que las leyes existen porque existe la propiedad”. Brillante, ¿verdad? La propiedad privada se obtiene mediante los derechos de propiedad. Con estos derechos, uno puede excluir a los no propietarios o, mejor dicho, restringir a los que no ayudaron, por falta de iniciativa, voluntad o recursos, a crear o construir el bien.
Volvamos al tema de la casa. ¿Qué sucedería si no pudieses restringir a aquellos que no colaboraron a tu casa? ¿Qué incentivos tendrías para hacerla si alguien fuera de tu entorno, sin tu consentimiento, hace lo que le da la gana y se apropia o explota el bien que gracias a ti existe? Es decir, ¿qué pasa si no hay derechos de propiedad? No habría casas. O sea, uno se apropia de recursos (naturales o de bienes de capital, como la casa) para justamente permitir que esos recursos existan.
Otro ejemplo para dejarlo más claro. Espárragos. Construyes sistemas de riego por goteo, canales, mejoras el pH del suelo, siembras semillas y si no se te permite quedarte con el resultado final que es la cosecha de espárragos, después nunca más tendrás el incentivo de sembrar o producir. El recurso no existe. Lo anterior fue una observación notable de otro gran pensador del S. XVII, llamado John Locke. Sostenía que nadie tendría incentivos para producir sin derechos de propiedad, por lo que mantendríamos el estado natural del ser humano: la pobreza.
¿Qué tanto respetamos la propiedad privada?
¿Por qué tocamos este tema? Porque es inconcebible que el Estado tolere atentados contra la propiedad privada. Sí, aunque el Estado peruano defiende los derechos de propiedad a través de sus propias instituciones, es inoperante cuando se trata de defenderlas. Para empezar, miremos la gráfica N°1. Muestra los casos de delitos registrados que existen contra el patrimonio. ¿Qué delitos son? El más común, el hurto junto al robo (el primero se ejecuta sin violencia o intimidación; en cambio en el segundo no solo se atenta contra el patrimonio, también contra la vida).
También está la apropiación ilícita, receptación (cuando se ayuda a encubrir a alguien que se ha apropiado de algo ilícito), estafas, fraudes, extorsión, etc. De los años que presentamos, el 2018 tiene el récord. Más de 315 mil delitos contra la propiedad ajena. Aunque nos falta data para comparar con otros países, sí nos atrevemos a decir que somos un país con poca cultura a la defensa de la propiedad privada. Y eso nos imposibilita crecer, crear desarrollo y mayor bienestar para los ciudadanos.
La minera Argos en Puno
Es inconcebible que desde hace más de tres meses, la comunidad Saqui Totora, que se ubica en las alturas montañosas del distrito de Sina, provincia de San Antonio de Putina y cuenta con 220 habitantes, haya botado a los trabajadores de la minera Argos, la cual se dedica a pequeña minería, y cuenta con un permiso (concesión) del mismo Estado. Con prepotencia e impunidad, incendiaron el campamento de la empresa, sus maquinarias y, según testimonio que recoge La República, estuvieron a punto de atentar contra la vida de los trabajadores.
La excusa es que la minera incumplió sus compromisos sobre obras sociales. Sin embargo, los dirigentes de la comunidad están muy equivocados al creer que esa situación les permite quebrantar la ley de esa manera. Además, según investigaciones, este tema está más relacionado con enfrentamientos entre mineros formales e informales por el oro. Como explicamos, los bienes de la minera fueron destruidos, pero el yacimiento está siendo explotado con personal menor de edad y sin velar por el cuidado medio ambiental.
No fue solo en Ayacucho, con la minera Apumayo. Ahora también es en Puno con Argos. La propiedad privada está siendo afectada y el Estado es incapaz de velar por su protección. En Puno, ni siquiera la comunidad ha dejado que miembros de diferentes instituciones del Estado (fiscalía, policía, Defensoría del Pueblo) ingresen a las instalaciones tomadas de la minera. Un estado de derecho que hace agua por todos lados, inacción que refleja que la burocracia pública está sin líderes o que estos “líderes” tienen otros intereses.
En resumen, acciones que poco a poco nos alejan del tan suplicado desarrollo.