Vivimos en una sociedad donde el tema de la discapacidad no tiene espacio en nuestras conversaciones, ni siquiera en WhatsApp.
Ser una persona con algún tipo de discapacidad en el Perú es todo un reto, como si fuera un capítulo de La Rosa de Guadalupe, solo que en este país no sentirás el aire que mueve tus cabellos. Esto lo sabe muy bien Sergio Morales, presidente de la Organización de Invidentes de la Región Áncash, quien quedó ciego a causa de un accidente en su trabajo.
Según el último censo del año 2017, tenemos una población de 3 millones 51 mil 612 personas con discapacidad y, aun así, ningún político o funcionario se ha dado la chamba de considerarlos como una prioridad. No intervienen aquí, pero sí en la compra de productos de limpieza sobrevalorados, como es el caso del chongo nacional en los que fueron protagonistas unos malos miembros de la Policía Nacional del Perú en Junín, durante este Estado de Emergencia, por un presunto caso de corrupción. Y, aunque ya estemos hartos de que nos roben, a lo que no estamos acostumbrados es a dejar de salir adelante como buenos peruanos ante la ausencia del Estado.
El coronavirus nos cogió con los pantalones abajo, por eso muchas autoridades no terminan de ponerse de acuerdo en el diseño de un plan para evitar el contagio, específicamente de quienes tienen problemas para ver, oír o caminar.
No existe ningún protocolo de bioseguridad para atención integral de las personas con discapacidad, y es que con las justas existen rampas en algunas instituciones públicas. Es muuuy complicado pedir un protocolo “extra”, solo para dicha población. Y, a todo esto, ¿esa acción en qué ayudaría, si a nadie le va a importar? Aquí te digo cómo es la nuez.
Así como utilizar mascarilla es una medida de seguridad obligatoria, la gente que no puede bañarse, comer, comunicarse o ir al hospital (por decir solo algunas acciones), necesita de un acompañante a todas horas que le ayude a hacer su vida más sencilla. Y no que les canten la de Juan Luis Guerra:
“No me digan que los médicos se fueron
No me digan que no tienen anestesia
No me digan que el alcohol se lo bebieron
Y que el hilo de coser
Fue bordado en un mantel, no”
En pocas palabras, el Estado debe incluir a las personas con discapacidad en la nueva normalidad (trabajo remoto, distanciamiento social, entre otros) y tú como ciudadano no te sumes a la indiferencia. Ser empático es gratis.