El intento de vacancia del presidente Martín Vizcarra evidenció -una vez más- las miserias de la clase política peruana, más preocupada en librar pequeñas y vergonzosas batallas personales que en hacer su trabajo: ocuparse de los problemas reales del país y de su gente.
Lo que pueda pasar de acá a julio del 2021, cuando está previsto el cambio de gobierno -aunque en el Perú nada se da por sentado hasta que sucede-, es incierto, pero lo seguro es que el tira y afloja institucional seguirá. Y en el medio habrá una campaña electoral, con mucho ruido político en la que elegir correctamente será muy difícil. Tendremos que estar atentos a los candidatos.
“El escenario más probable es el de la continuidad de conflicto ente Ejecutivo y Legislativo, ya no en torno a la continuidad del presidente, sino frente a temas puntuales. De un lado, proyectos económicos que busquen colocar dinero pronto en los bolsillos de las personas o paliar deudas, pero con poco fundamento técnico. Es probable que allí la dinámica vaya en torno a observaciones y demandas ante el Tribunal Constitucional (TC)”, apunta el analista político José Alejandro Godoy consultado por piensa.pe.
El otro tema complejo es que al Congreso le toca renovar a los miembros del Tribunal Constitucional. Y esta elección puede “variar la correlación de fuerzas en torno a distintos temas: economía, derechos fundamentales, conflictos entre poderes y lucha contra la corrupción. Velar por un proceso adecuado será también tarea de la sociedad civil”, agrega Godoy.
Vizcarra ha dicho que en lo queda de su mandato se enfocará en “la lucha contra la pandemia, la reactivación económica, el fortalecimiento de la democracia y el combate a la corrupción, para mejorar la calidad de vida de quienes más lo necesitan”. En el papel –o en su twitter– suena bien, pero la realidad nos obliga a dudar.
¿Podrá un presidente débil, aislado, sin bancada ni interlocutores políticos, lograr los objetivos que se plantea? Es difícil que Vizcarra pueda concentrarse en “lo que realmente importa a la gente”, como él mismo dice, con una coyuntura como la actual, y con una nueva preocupación en la cabeza: los procesos que deberá afrontar apenas termine su mandado.
Aunque el complot político organizado por personajes muy cuestionados, como el congresista Edgar Alarcón (UPP), no prosperó, Vizcarra ha salido muy golpeado y ha perdido el capital político que logró construir con su discurso anticorrupción.
Cuando deje el poder, Vizcarra tendrá que responder por lo que se escucha en uno de los muchos audios, y que alude a una aparente obstrucción de la justicia que investiga el caso de Richard Cisneros (‘Richard Swing’), un excéntrico personaje que, sin méritos aparentes, logró contratos con el Ministerio de Cultura desde 2018 para dar charlas motivacionales y organizar algunos eventos, por un total de 155,400 soles.
Entre tanto, el gobierno en su conjunto, congreso y poder ejecutivo, tiene tareas urgentes que siguen esperando atención: un real impulso a la inversión privada, atraer a más MYPE a la formalidad, fortalecer los servicios de salud, apostar por la transformación digital de la educación y de varios otros servicios estatales, y reducir la brecha de infraestructura para que más familias peruanas puedan tener mejores oportunidades de desarrollo.
La ecuación es simple: la inestabilidad política afecta la confianza empresarial, de la que depende la inversión privada, que a su vez impulsa el empleo, el consumo y contribuye de forma notable a la recaudación del Estado.