En general, todo aparato de salud en Latinoamérica ha mostrado, durante la pandemia, características de enfrentar varias carencias en cuento a fortalezas y extensión del servicio. El Perú, de hecho ha debido de impactar severamente los resultados de Latinoamérica. Tras iniciarse la crisis causada por la pandemia, el sistema nacional de salud colapsó en su totalidad.
Aunque podríamos hacer una lista gigante de problemas que expliquen ese colapso, como más graves podemos mencionar el poco financiamiento en la parte operativa, costos administrativos elevados, distribución desigual de servicios (zonas de la selva siempre dejadas de lado), sistema enfocado a enfrentar enfermedades ya en estado avanzado y no enfocarse en atención primaria. A la vez, en los pocos incentivos, y nada atractivos, para pertenecer a un sistema con serias deficiencias y, sobre todo, la carencia de lo principal: recursos humanos capacitados.
Desde el 2007 al 2019, en 13 años, el sector Salud incrementó su presupuesto en más de 184%. Pero la pregunta que nos debemos hacer es si esos recursos fueron asignados o bien distribuidos. Un casi 25% del presupuesto asignado en 2020 al sector Salud, fue a parar sueldos y salarios. Sin embargo, como muestra el Gráfico N°1, gran parte de la estructura del sistema de salud es personal administrativo. Ni siquiera sumando el grupo de médicos con otros profesionales de la salud, se logra alcanzar a los administrativos.

Sumado a lo anterior, Piensa.pe se contactó con un médico cardiólogo y sostuvo que: “Sin médicos, la gente se muere y eso está pasando. Es la falta de atención lo que causó la cantidad de muertes en la etapa más dura (de la pandemia). Ahora podemos volver a tener esas cifras. No hay personal. 70% de los establecimientos [todos, hospitales de cualquier nivel] están desabastecido en todo sentido: no existen médicos, no existe infraestructura, no existe material”. Lo que sostiene es cierto. Tenemos una de las más bajas densidades de médicos respecto a la población. Según el Gráfico N°2, Perú está en la cola de sus pares latinoamericanos, y dado que está de moda hacerle caso a la OCDE, la brecha con ellos es abismal.

¡13 médicos por cada 10,000 habitantes! Es nada. Y eso es a nivel nacional, si entramos a evaluar por regiones, la cosa es más complicada aún. Si tomamos cifras, al 2014, del Sistema de Información Regional, Loreto, zona de la selva abandonada por décadas, solo llegan a 8 médicos por cada 10,000 habitantes. ¿Saben cuánto era en Lima? 37 médicos para la misma proporción. Aquí es donde se ve otro grave problema: la mala distribución del personal de salud.
La brecha de médicos y en particular médicos especialistas (cardiólogos, pediatras, neurólogos, traumatólogos, endocrinólogos, gastroenterólogos, etc.) es un problema de carácter estructural del sistema nacional peruano. En 2011, ya se tenía este diagnóstico (y de seguro desde antes). En una memoria sectorial del MINSA de ese año, se indicaba: “Se requiere una solución a mediana y largo plazo dado que actualmente es una restricción importante para aumentar el acceso a servicios de especialidad para la satisfacción de los usuarios de los servicios de salud en el país”. Hubo avances pero con poco impacto.
Con una mala distribución del personal de salud, aunque tengamos la infraestructura (que en realidad tampoco tenemos) de postas médicas, policlínicos o centros de salud, no se podrá asegurar una adecuada atención primaria y menos atenciones especializadas. Lo importante de la atención primaria es que, al enfocarse en promocionar la salud y en prevenir que enfermedades que comienzan con cuadros leves, solo requiere establecimientos de baja complejidad. Y ahí se pueden resolver el 85% de problemas de salud. Ello genera que los hospitales, donde se atienen casos complejos, se liberen de flujo de personas.
Por otro lado, los bajos incentivos que tiene el personal profesional de salud en el país están ligados a restricciones legales. La Constitución misma, en su artículo 40, establece que los funcionarios públicos no pueden recibir más de un sueldo. Es decir, un médico que trabaja en el MINSA, no puede dedicarle horas en atender pacientes en el seguro social (Essalud). ¡Eso es un absurdo! Después se quejan del por qué los médicos de alguno de esos centros estatales se van a atender a clínicas privadas. ¡Todo es por incentivos!
En el Congreso de la República se ha presentado un proyecto de ley (N°6024) para modificar ese artículo de la Constitución y permitir que, solo en casos de pandemias, los médicos puedan recibir doble pago. Dado que es una reforma constitucional, se debe hacer en dos legislaturas. Ojalá que prioricen este proyecto cuando retornen de sus “merecidas” vacaciones.
Por último, dentro del aparato estatal existe un cantidad sorprendente de sindicatos. Para ser precisos, según información del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo, son 433. De ellos, el 37% están relacionados a la salud. Es sorprendente la cantidad de sindicatos que posee tanto EsSalud como el Minsa. Veamos la gráfica N°3.

Es un derecho que los trabajadores puedan sindicalizarse. Pero atomizar las uniones de trabajadores solo puede ocasionar que las negociaciones sean más difíciles de alcanzar y que exista cierta oposición a medidas para mejorar, desde los procesos, hasta exigir una verdadera descentralización de los recursos para la salud.
Si no reformamos al sistema nacional de salud, que atiende al 97% de los peruanos, no tendremos una salud universal ni hoy ni nunca. Lo principal por hacer es generar incentivos para que más personas se involucren o decidan estudiar carreras ligadas a salud humana. Se ha flexibilizado que alumnos en las últimas etapas de estudio comiencen a trabajar en el campo. Pero se requiere más. Hoy, la carga laboral y estrés que deben tener los médicos pueden incidir en agotamiento, falta de motivación, ausentismo y hasta renuncias; perjudicando aún más al sistema de salud.