Lima Metropolitana entra otra vez en cuarentena estricta desde este 31 de enero hasta el 14 de febrero, con el alto costo económico y social que esta medida dura pero necesaria implicará en gran parte de los 9.5 millones de habitantes que hay en la capital. Así lo dispuso el gobierno para tratar de hacer frente a la segunda ola del COVID-19 que azota al Perú, que ya registra más de 40 mil fallecidos y superó el millón de casos confirmados de nuevo coronavirus.
Pero ¿no es posible aplicar un confinamiento más inteligente y sectorizado para no cerrar toda la ciudad de golpe? El discurso del Ejecutivo siempre fue que las medidas que toma para hacer frente a la pandemia son pensadas para preservar la salud de las personas -que es lo principal-, pero sin afectar la economía. ¿Ha sido así realmente en este caso? ¿Por qué no se pensó para Lima una cuarentena por sectores o zonas de mayor riesgo, con restricciones diferenciadas según los niveles de contagio y letalidad del virus, como ocurre en otras capitales de países vecinos.
Ciudades como Santiago (Chile) o Bogotá (Colombia), donde se aplican cuarentenas focalizadas por comunas o localidades, tienen un peso importante en la economía de sus países y el virus no golpea por igual en un mismo territorio por diferentes razones (geográficas, demográficas, sociales y económicas). Lima región, que tiene la tercera parte de la población peruana, aporta aproximadamente el 45% del PBI, y solo Lima Metropolitana aporta el 36%, según datos del INEI a diciembre último.
Por tanto, ¿no es un error ver a Lima como un solo territorio homogéneo y detener casi todas las actividades económicas de un solo plumazo? Una medida de este tipo tiene enormes consecuencias económicas para casi todos los sectores productivos y golpea más fuerte a los rubros como el comercio y servicios (la mitad de puestos de trabajo que se perdieron en la cuarentena del 2020 fue en este sector). En el confinamiento del año pasado las micro y medianas empresas que vieron afectados sus ingresos redujeron alrededor del 30% de su personal. Esto sin contar a los miles de informales que se ganan la vida a diario en las calles. En total, las cuarentenas absolutas destruyeron más de 6.2 millones de trabajos, además de que no frenaron los contagios, entre abril y julio pasados.

Esta vez la situación puede ser peor. Muchos empleos que se empezaban a recuperar se pueden volver a perder, con la diferencia que ahora muchas familias gastaron todos sus ahorros o se endeudaron para sobrevivir a la primera cuarentena. Entonces, es válido preguntarse: ¿se debe seguir apostando por medidas que no funcionaron para contener el virus, más aún si las autoridades en estos 10 meses no hicieron nada para fortalecer las unidades de atención hospitalaria y asegurar las vacunas?
¿No era posible hacer una mejor cuarentena? Essalud dispone de mapas de calor que permiten identificar los distritos de Lima con mayor avance de los casos COVID-19 y los principales focos de contagio. ¿No pudieron hacer ese ejercicio, de revisar data, cruzar información y proponer medidas más realistas que encerrar a todos otra vez? Incluso el Colegio Médico planteó en su momento una cuarentena focalizada por distritos con altas tasas de mortalidad y contagio.
Veamos. Según datos abiertos del Minsa que en Piensa.pe revisamos, son 16 distritos de Lima Metropolitana los que concentran el 83% del incremento de muertes de la semana pasada por la segunda ola de COVID-19: Comas, San Juan de Lurigancho, San Martín de Porres, Carabayllo, Los Olivos, Independencia, Puente Piedra, Cercado, Breña, Rímac, La Victoria, Ate, Chorrillos, Villa El Salvador, Villa María del Triunfo y San Juan de Miraflores.

Establecer cuarentenas focalizadas en una ciudad además permite un mayor control y fiscalización por parte de la policía y las municipalidades y por tanto es más probable que las medidas se cumplan y tengan el impacto deseado para mitigar el avance del virus. Se puede también tener mayor precisión para entregar las ayudas del gobierno a las personas vulnerables que realmente las necesitan (bonos, alimentos, etc.) y además establecer cercos epidemiológicos, para poder testear y aislar de forma más oportuna. Pero todo esto exige un trabajo conjunto y coordinado entre el gobierno nacional y los gobiernos locales.
Así lo hizo Bogotá, por ejemplo, que luego de un primer confinamiento general que no tuvo los resultados esperados, estableció cuarentenas estrictas, pero focalizadas y escalonadas, según el número de casos activos. Es decir, no encerraron a toda la ciudad de golpe, sino lo hacían por localidades y periodos de 15 días, empezando por las que más contagios presentaban y las restricciones también iban en función al número de casos. Todas las localidades de la capital colombiana tuvieron en algún momento que hacer cuarentena, pero la afectación de la economía no fue tan fuerte como si se hubiera cerrado toda la ciudad de sopetón.
Así fue también que Santiago de Chile logró avanzar y salir de la cuarentena total. Sobre la base de indicadores epidemiológicos, red asistencial y trazabilidad, las comunas (distritos) empezaron a funcionar como pequeñas unidades territoriales de forma independiente y lograron su reactivación. ¿Por qué no lo podemos hacer acá? Quizá haya matices y ciertas diferencias que habrá que evaluar y tomar en cuenta al momento de adoptar decisiones, pero ¿se habrá analizado al menos acá? No lo sabemos, porque el gobierno peruano ni siquiera es claro en sus mensajes o medidas que adopta. Hasta hoy no sabemos con claridad cuándo llegan las benditas vacunas.