El domingo último, Bolivia volvió a las urnas para elegir a un nuevo gobierno. Los resultados preliminares le dan una victoria en primera vuelta a Luis Arce, quien fue ministro de Economía y Finanzas en la mayor parte de los casi 14 años en que Evo Morales -hoy asilado en Argentina- estuvo en el poder.

Fue una jornada limpia y pacífica, que incluyó el reconocimiento de los resultados por parte de ganadores y perdedores, pese a que aún no hay una confirmación del conteo oficial de votos. Un desenlace que pocos podían prever si se tiene en cuenta el camino que recorrió Bolivia para llegar hasta aquí.
Hace un año, en Bolivia estalló la convulsión política y social que dejó decenas de heridos y muertos en las protestas que duraron más de 20 días tras las elecciones de octubre de 2019 que le dieron un triunfo cuestionado a Evo Morales, en las que se denunciaron graves irregularidades.
“Renuncio al triunfo que he ganado”, dijo en aquel entonces el líder cocalero. Varios de sus entonces ministros lo abandonaron y la cúpula militar le ‘sugirió’ que deje el poder para pacificar el país. Poco después partió rumbo a México y luego se asiló en Argentina.
Morales fue uno de los causantes de la crisis que sumió a Bolivia en el caos y la violencia, por intentar perpetuarse en la presidencia, para lo cual vulneró la propia Constitución que modificó bajo su mandato y desoyó los resultados de un referéndum que le negó la posibilidad de ir por una nueva reelección.
Un modelo desgastado
El liderazgo de Evo -de tintes caudillistas y autoritarios- estaba desgastado y el modelo económico que implantó ya empezada mostraba signos de fatiga, pero la oposición tampoco pudo dejar de lado sus viejas luchas internas en el último año, en el que la pandemia obligó a postergar dos veces las elecciones previstas para mayo. Una decena de candidatos se lanzaron al ruedo electoral y se destrozaron entre sí durante la larga campaña política.
Así, con un gobierno interino inoperante, encabezado por la conservadora Jeanine Áñez, y una economía en crisis, los dirigentes del MAS, el movimiento de Evo, salieron a reconstruir y a movilizar a sus bases. Pero como a Morales se le impidió postular, se tuvieron que conformar con el exministro Luis Arce, que tiene un perfil más académico que político. Muchos pensaron que sin Evo, el MAS se extinguiría.
Algunos observadores y analistas bolivianos sostienen que ahora está por verse cuál será la relación de Evo Morales con el nuevo presidente, y si finalmente entenderá que atornillarse en el poder para mantener su legado pasa por consolidar su movimiento político más allá de su figura. Algunos incluso creen que volverá a su país con sed de venganza y para intentar manejar el gobierno desde las sombras.
Los retos de Luis Arce
¿Qué le espera al nuevo presidente? Primero, un país distinto al que había cuando fue ministro, porque en esa época se dio el llamado «boom de las materias primas», del que se benefició el gobierno de Evo Morales. Cuando Arce fue ministro de Economía, el Producto Interno Bruto (PIB) de Bolivia pasó de US$9.500 millones a más de US$40.000 millones y se redujo la pobreza de 60% a 37%, según datos oficiales. Pero una cosa es gobernar en la abundancia y otra en la escasez.
Aquella bonanza fue lo que le permitió al gobierno de Morales implementar políticas sociales y bajo la gestión de Arce se impulsaron millonarias inversiones en empresas públicas y en la industrialización de sectores como el gas natural, principal producto de exportación del país.
Ahora Luis Arce, un economista de 57 años, tendrá que recuperar una economía en crisis, que empezó a enfrentar problemas desde finales del 2014, cuando comenzaron a caer en el mundo los precios de los minerales y los recursos naturales, y que ahora se agudizaron por la peor pandemia global de las últimas décadas. Incluso, se proyecta una caída de la actividad productiva en Bolivia superior al 8% este 2020.
Para ello, el país debe recuperar la estabilidad y la paz social, para que el nuevo gobierno pueda construir acuerdos políticos entre los distintos sectores sociales. José Gabriel Espinoza, economista y director del Banco Central de Bolivia, sostiene que será muy difícil salir de la crisis sin financiamiento externo.
«Hay que traer recursos desde el exterior», dice Espinoza en la BBC Mundo, al remarcar que es necesario inyectar liquidez para aumentar el consumo interno y promover la inversión del sector privado, pero no será fácil en un país polarizado y con un 70% de la población activa que trabaja en la informalidad.
¿Seguirá Arce aplicando el modelo socialista en época de ‘vacas flacas’? ¿ De dónde sacará el dinero que Bolivia necesita para disminuir déficit público (que se da cuando se gasta más de lo que se tiene)? ¿Podrá gobernar bajo la sombra de Evo Morales? Por ahora, hay más dudas que certezas.
(Foto de cabecera: Andina/AFP)