Pedro Castillo (Perú Libre) ganó la primera vuelta de las elecciones. Como muestra el mapa de abajo, obtuvo el primer lugar en 16 de las 26 divisiones electorales del país. Con información de la ONPE al 96% de las actas procesadas, en la zona sur, conformado por Arequipa, Moquegua, Tacna, Apurímac, Cusco, Puno y Madre de Dios, se impuso con porcentajes que van desde 32% (Arequipa) hasta el 53% (Apurímac).

¿A qué se deben estos resultados?
El respaldo a Castillo no es ideológico sino de hartazgo e insatisfacción, según coinciden analistas. Aunque el sur ha mostrado avances en el cierre de brechas estos últimos años, no ha sido suficiente. Aún posee serios y graves problemas económicos, sociales, de infraestructura. Miremos la tabla a continuación.

Apurímac y Puno mantienen una alta pobreza monetaria. La mayoría de distritos que conforman Apurímac tiene una pobreza que va desde 28.3% a 32.7% de la población. En Puno pasa algo similar, la pobreza afecta a sus distritos en un rango 34.4% a 39.4%. Los electores de esas regiones no quieren esos niveles de pobreza. Desearían ser como Ica, donde sus distritos tienen una pobreza entre 1.3% y 3.9%.
Por el lado de la desnutrición, tres regiones están por debajo del nivel nacional. Apurímac, Cusco y Puno, en el 2019, presentaban tasas de 16%, 14% y 13%, respectivamente. A ello hay que sumarle que el número de hogares con al menos una Necesidad Básica Insatisfecha (NBI) también es altísimo en Puno y Madre de Dios: 20.9% y 23.2%, respectivamente. Y el caso de Puno es particularmente llamativo, porque en los últimos 10 años ha crecido un 4% en promedio.
La informalidad, ese gran reto nacional, es otro problema en la zona sur. A nivel nacional, la informalidad es de un 72.5%. Sin embargo, en Tacna, Apurímac, Cusco, Puno y Madre de Dios está por encima de esa media: 73%, 87%, 83%, 88% y 76%, respectivamente. La informalidad perjudica el nivel de competitividad que las regiones pueden ofrecer frente a otras del centro o del norte del país.
A la vez, muchas personas en esas regiones no sienten la presencia del Estado, dado que no llega a zonas rurales. Muchas veces son las empresas privadas (mineras, sobre todo), las que sustituyen al Estado al momento de recibir las demandas o exigencias de la población. Regiones como Apurímac, Cusco y Puno tienen elevados niveles de ruralidad, muy superiores al 21% del promedio nacional. Relacionado con lo anterior, es que en cinco regiones, casi el 80% o más de la población es del nivel socioeconómico D y E. Es decir, son de bajos recursos.
En todas las regiones sureñas, excepto Puno, las actividades extractivas (petróleo, gas y minería) están dentro de las tres principales. Esta actividad ha generado que muchas regiones crezcan significativamente. Apurímac creció en los últimos 10 años 21%, pero su crecimiento no es homogéneo. El 90% de su población está entre un nivel socioeconómico D y E; tampoco le sirvió para que invierta en infraestructura sanitaria, que tienen un impacto directo en la población. Apurímac solo posee el 1.3% de hospitales a nivel nacional, el 3.1% de los centros de salud y el 4.1% de los puestos de salud.
Además, Apurímac y Puno poseen la menor penetración de internet en los hogares: 8.9% y 7.5%, respectivamente. El promedio nacional es de 28%. No ha existido ni existe una política clara por parte del Estado y tampoco un incentivo o regulación sobre las empresas privadas, para que hagan las inversiones necesarias en estas regiones y no estén relegadas en lo que respecta a tecnologías de la información.
En la inversión en educación han tenido avances y se concentran esfuerzos y recursos. Aunque el gasto en educación primaria está por debajo de Lima Metropolitana; en educación secundaria, todas las regiones sureñas invierten más que Lima. Sin embargo, la educación es una inversión con altos rendimientos a largo plazo. Cuando las exigencias de los peruanos del sur tienen que ser atendidas para ayer.
El sur, junto con otras regiones, ha hablado fuerte y claro en este proceso electoral. Sin embargo, no creemos que quieran deshacer lo alcanzado. Su voto no es de revancha, sino de protesta. Desean más presencia del Estado, pero también más inversión privada. Desea tener más herramientas para competir y poder producir más. Y esto último es clave. Sin tocar los problemas del proceso de descentralización que se implementó hace 20 años (hablaremos eso después), tenemos que hacer que las regiones produzcan más, para que así creen más riqueza.

El Gráfico N°1 muestra cómo está distribuida la producción en el país. No hay manera de ser un país que busca reducir diferencias, dar mayor bienestar, cerrar brechas (sociales, económicas y de infraestructura) si tenemos una estructura de producción como la actual. ¡No hay forma! Sin producción no se genera riqueza. La idea es crear más riqueza para justamente poder distribuirla. Y la única manera es crear las condiciones para que las regiones desarrollen su potencial productivo (que no solo es relacionado con materias primas) y que también lo mencionaremos más adelante.
Por último, no podemos permitir que peruanos que han expresado su voluntad en estas elecciones sean desmerecidos por la decisión tomada. Las necesidades, demandas y exigencias son reales y aunque muchos en Lima se esforzaron en dar la voz de alerta, esto no fue suficiente. Ahora queda trabajar para cerrar esas brechas que el sur y otras regiones poseen, y poder tener una visión en conjunto como país.