La falta de oxígeno medicinal, en plena segunda ola de la pandemia, ya es un drama social de proporciones en el Perú. El problema es que se vuelve a repetir la historia de la primera ola, solo que esta vez el desenlace puede ser peor, porque si bien ya empezaron a llegar las vacunas, hay más camas UCI y respiradores artificiales, lo que escasea es el personal especializado (intensivistas) y el oxígeno medicinal. Sin estos, lo otro no sirve de nada.
En el país se producen alrededor de 350 toneladas diarias de oxígeno medicinal, pero en estos momentos la demanda está entre las 420 y 450 toneladas, según algunas estimaciones, porque no hay datos oficiales. La brecha es peor que la del pico de escasez en el 2020, según los productores de oxígeno para uso medicinal.
Esta situación ya se siente en hospitales como el Dos de Mayo, dond no hay oxígeno, alertó la Defensoría del Pueblo. Hay otros 18 establecimientos médicos sin oxígeno desde hace tres días.
¿Cómo llegamos a esta situación en plena segunda ola?
Hace una semana que Linde Praxair, el mayor productor criogénico del país, alertó que la demanda de los 300 hospitales del país a los que provee este insumo se había disparado, por lo que ya no podía cubrirla, pese a que dedica toda su producción (225 toneladas por día) para este fin (como otros productores privados, ha dejado de atender a sus clientes industriales para abocarse a la emergencia sanitaria).
Las 104 plantas generadoras que el gobierno instaló en el último año en los hospitales -de las cuales 41 fueron donadas por empresas privadas, según el Minsa- solo logran cubrir entre el 10% y 20% de la demanda (producen unas 67 toneladas por día).

Según expertos, además del aporte del sector privado, el Estado pudo hacer más para evitar llegar a esta situación de desastre. Era su deber y tuvo 10 meses para reparar plantas antiguas que no están funcionando o comprar otras, pero no lo hizo por varias razones.
El mismo Estado que nos volvió a encerrar y nos pide no bajar la guardia, se relajó y no hizo lo necesario para que la segunda ola -que sabía que iba a llegar- nos agarre mejor preparados.
Por ejemplo, la empresa Macro Medicis ofreció en mayo del año pasado la entrega de 30 plantas de oxígeno medianas que habían sobrado en Israel, pero nunca recibió respuesta de las autoridades de salud. Por ese entonces, el gobierno optó por las plantas hechas en Perú, como las que fabrica la UNI, que ofreció instalar 59 en el país (47 para el Minsa y 12 para Essalud).
Las primeras 18 de estas plantas debían instalarse en diciembre pasado, pero estamos en febrero y nada. Según el Minsa, este mes empezarán a funcionar esas plantas. Así y todo, no son suficientes para satisfacer la creciente demanda. Por ello el Minsa aprobó la importación de oxígeno medicinal, pero este es un proceso que puede tomar entre tres y cuatro meses. Y la segunda ola no da tregua.
Desesperación presidencial
Por ello, el último domingo, el mismo presidente Francisco Sagasti, tras recibir el primer lote de vacunas, pidió a las empresas mineras que “ante esta terrible escasez de oxígeno que tenemos en la actualidad, pongan a disposición de los hospitales y diferentes centros médicos la provisión de oxígeno, que ahora destina a la producción industrial”.

Pero parece que fue un anuncio desesperado, con razón, del jefe de Estado, o no fue bien informado o asesorado, porque el sector minero no tiene plantas generadoras de oxígeno medicinal; solo las empresas que tienen fundiciones cuentan con plantas, pero producen oxígeno industrial, que no sirve para los hospitales, explicó la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE)
En esta crisis, solo el sector minero ha donado 23 plantas de oxígeno, 3.732 balones y más de cuatro millones de litros de oxígeno, además de equipos e insumos para el tratamiento médico de pacientes COVID. “Si las empresas mineras tuvieran la capacidad de generar oxígeno medicinal, nos sentiríamos honrados de poder apoyar con ello ante esta terrible crisis», dijo el gremio.
Ahora, de las dos fundiciones que hay en el país, solo una -la de Southern Cooper en Ilo- tiene una pequeña capacidad de producción de oxígeno líquido de reserva, que puede ser de uso medicinal y que ya lo destina al sistema hospitalario. La otra, en La Oroya, está cerrada hace varios años.
En el caso de la fundición de Southern, solo tiene capacidad de producir 42 toneladas métricas de oxígeno líquido (apto para uso medicinal) a la semana. «Lamentablemente, no nos es posible producir más», dice Raúl Jacob, vicepresidente de la firma cuprífera, al explicar que así se disminuya la producción de cobre, eso no aumentará la de oxígeno líquido. «El cuello de botella es esta planta que convierte oxígeno gaseoso a líquido», agrega en El Comercio.