No me florees, Principal

El laberinto populista

Publicado: 01/10/2020
2 minutos

Tenemos las elecciones presidenciales y congresales a la vuelta de la esquina. Tenemos, también, una crisis económica producto de la pandemia. Esto ha hecho que una nueva palabra se añadirá a nuestro diccionario: el populismo.

El populismo es una amenaza para la democracia. Va más allá de las viejas discusiones entre izquierda y derecha. Actualmente, se considera que hay populismos de izquierdas, por ejemplo, el régimen de Maduro,  tanto como de derechas, por ejemplo, el Gobierno de Trump.

La fórmula que utilizan es simple, pero poderosa. El populista nos dice que representa a todo el pueblo que viene siendo víctima sistemáticamente de las élites corruptas. Los “villanos” pueden ser empresarios o políticos, todo depende de a quien necesite culpar el populista de los problemas. El populista odia todo lo técnico que no logra comprender, ya sea saber cómo funciona un Banco Central o cuál es la importancia de un Estado de derecho. El populista se presenta como la única solución; si no es él, nadie cambiará el país. Es así como crea su narrativa: el populismo.

Lo cierto es que sí existen élites corruptas, producto de los Estados que son, a menudo, débiles. Pero de ahí a creer que todos los problemas en una sociedad se deban a una sola causa, no es solo un acto de flojera intelectual, sino también un gran error. Los problemas en una sociedad no tienen una única causa, por lo tanto, las recetas populistas tienen más problemas que soluciones.

Los Gobiernos populistas están llenos de enfrentamientos, que terminan, casi siempre, en violaciones de nuestros derechos.  El populismo elimina de a pocos el consenso y la discusión necesaria en una democracia. Afecta cada vez más la independencia y rigurosidad técnica que necesita el Banco Central y el Tribunal Constitucional. Por eso, no debe sorprendernos que los países sometidos al populismo tengan economías desastrosas y denuncias por violaciones de derechos humanos.

Los políticos populistas tienen en la boca más adjetivos y palabrotas que propuestas de gobierno. El discurso y la práctica política populista afecta a los más necesitados. La experiencia venezolana, por ejemplo, tiene que servirnos como muestra de eso. La decisión es de nosotros. Piensa pe.

Abogado por la Universidad Andina del Cusco. Maestrando en Filosofía Política y Ética en la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile. Miembro fundador del Instituto Sociedad Abierta. Cine, series y libros.
Facebook
Twitter
Instagram