Vergüenza, indignación, repudio es lo que muchos ciudadanos sienten ante el destape de que varios funcionarios públicos se han vacunado cuando no les correspondía por no pertenecer a la primera fase de vacunación. Han aprovechado su poder y contactos en otros estamentos del Estado para obtener un beneficio que nos les tocaba (acá puedes revisar la lista de los ‘privilegiados’).
Falta de transparencia, ética y criterio de altas autoridades. “No podía darme el lujo de caer enferma”. Frase infame en un comunicado que la ex canciller (también conocida como ministra de relaciones exteriores), Elizabeth Astete, publicó en los medios de comunicación, debido a que tenía la responsabilidad de negociar la compra de las vacunas. Como si para hacer ello, la única opción solo era vacunarse. ¡Se cuida señora! Evitas estar cerca de personas, espacios cerrados, harto alcohol y mandas a tu personal a trabajo remoto o te quedas en tu casa el mayor tiempo posible. La misma estrategia que el resto de peruanos lo ha venido haciendo todo este tiempo justamente por recomendación del estado.
Madres de familia o padres que sabiendo que existía un virus, para muchas familias una desgracia, igual salían para vender lo que sea para poder llevar comida a sus casas. Ellos se cuidaban bajo esa misma estrategia que el Estado implementó y repitió constantemente en los medios de comunicación repartiendo millones de soles en publicidad de cómo el ciudadano debe cuidarse; para que al final, esos mismos burócratas no hagan caso y se aprovechen de su posición y poder para obtener beneficios que no les correspondía. ¡No les correspondía!
El Estado, con una intención claramente paternalista que tapa una clara intención monopolística, prohibió a grupos privados la compra de las vacunas. “Es un derecho humano por lo que tiene que ser universal y donde no se puede permitir el lucro, por tanto, es el Estado el único que debe aplicarla” fue una idea que un sector de la izquierda vino defendiendo los últimos meses. “Que los privilegios de algunos no pueden estar por encima del derecho de las personas a la salud” fue otra idea que lanzaron sin el más mínimo criterio y análisis sobre la real situación del Estado: ineficiente, sin un ápice de criterio y con un sentido de que sin coima no ata ni desata.
Y esa última idea que usan los políticos para criticar y juzgar que a otros les vaya bien. Te acusan de que vives con privilegios. Y no es así. Ya sea por tu propio esfuerzo o trabajo o el de tus padres, abuelos o tíos; lo que tienes no fue un regalo. Con dedicación al trabajo y empeño se alcanzó. Entendamos lo siguiente. Son los políticos y el aparato burocrático los que poseen privilegios. Son ellos los que tienen el poder de la coacción al ciudadano. Son ellos a los que se les permite pasar ciertas normas y leyes. Desde pasarle las luces de los semáforos cuando va un cortejo de “un político importante” o cuando tienen la información disponible para compartirla con socios que pueden hacer “negociazos”.
Tienen el cuajo y la conchudez del tamaño de 100 estadios nacionales al incentivar en elecciones a que los elijan porque dicen que se encargarán de que sea el Estado el que proteja y cuide a los ciudadanos. “El Estado actuará de tal manera que tú no te preocupes por nada”. Así capturan al Estado, obtienen más poder, crean más burocracia. El político decidirá sobre ti, te dirá qué es bueno y malo. Gastará y gastará y seguirá gastando. Pero los ciudadanos no tendrán beneficios. Solo pagarán la cuenta. Les quitarán a unos para dárselos a otros con el único fin de aumentar sus privilegios y allegados.
El Estado da cosas. Es súper rico y atractivo estar en él. ¿El Estado debe cubrir ciertas necesidades? Por supuesto. Para ello pagamos impuestos. Pero no debe cubrir ciertas conveniencias y es lo que hemos visto este fin de semana. Una real bajeza lo que han hecho con el personal que sí debería estar recibiendo la vacuna (médicos, intensivistas, enfermeras, etc.) y con aquellos familiares de las personas que han fallecido porque no tuvieron “el lujo de poderse quedar en sus casas”. Lo peor es que venimos a enterarnos de la realidad, o a confirmarlo, en el peor momento. Ya no estamos en una ola, sino en un tsunami. El virus nos está revolcando en contagios y muertes y estamos a merced de políticos y un aparato burocrático que no tienen el más mínimo sentido de empatía, respeto al prójimo y ética y dedicación al trabajo.
Sigamos cuidándonos, si tenemos que salir, cuidémonos más. Ojo, pestaña y ceja en estas difíciles horas donde no solo tenemos que protegernos de este virus sino de un aparato burocrático y corrupto el cual tenemos que vigilar dado que nos quita y no cumple las leyes que emite.