Con el ida y vuelta de si los privados compran o no las vacunas, que si es un bien público o no, que si transportes Civa será la primera empresa privada en adquirirlas, etc. se nos pasó comentar una noticia que el Ministro de Economía y Finanzas, Waldo Mendoza, anunció la semana pasada. Una nueva emisión de deuda por otros US$4,000 millones. Esta emisión debe sumarse a la que se emitió en noviembre, por un mismo monto. Es decir, en menos de 4 meses, el Perú se habrá endeudado en US$8,000 millones.
El ministro indició que en el primer semestre se emitirían bonos para financiar el presupuesto del 2021 y en el segundo semestre parte de lo que se necesitará en el 2022. Es decir, básicamente será gasto corriente. Este tema es bravo. Miremos el Gráfico N°1. El 2020 cerramos con una deuda de casi S/250 mil millones. Otra manera de ver esa cifra es que equivale a un 35% de todo lo que producimos, que se ve reflejado en nuestro PBI.

Si aún no te queda claro cómo dimensionar esta cifra, te la pongo así: si dividimos el total de la deuda entre la población del país, tendríamos que cada peruano debe S/7,644. Sí, eso debes hoy, chochera, y no solo tú, sino todos. Tus chibolos, tu viejita, viejito, tu esposa, esposo, hermanos, etc. Dime, esa deuda que ha tomado el Estado, ¿te ha beneficiado en algo? ¿Tu ciudad o, mejor dicho, tu barrio tiene mejor seguridad, áreas verdes, mejor infraestructura, has recibido mejor educación? No pregunto por salud dado que es obvio que estamos hasta las patas.
La deuda en sí, no es mala. Cuando nos endeudamos hoy para gastar en inversiones productivas que a largo plazo nos generará mayor riqueza, es una deuda bien tomada. Sin embargo, si vemos cómo está estructurado el gasto del sector público, el 42% se va a pago de planillas. ¡42%! Tomamos deuda para tapar huecos de sueldos, pensiones y asistencia social. Y solo un 26% se va a inversión. Algo ayudaría esta última cifra si es que todo se invirtiera correctamente, pero tampoco es así. Aquí te contamos que la inversión pública no alza vuelo desde hace 7 años. ¡Vamos, ni siquiera pueden terminar de reconstruir el norte!
Siempre tengamos presente que la deuda a los Estados no es gratis. También paga intereses. Esos intereses son como impuestos en la sombra pero que no lo asumirán hoy los contribuyentes, sino los hijos y nietos de los contribuyentes actuales. Es decir, las generaciones futuras. Ese ingreso extra hoy (la deuda) se va a devolver en el futuro junto a los intereses. Por tanto, sería injusto que hoy no pensemos en las generaciones que vendrán por mantener a un Estado ineficiente, poco transparente, que poco a hecho con la inmensidad de recursos que ha recibido y que exuda corrupción por todos lados.
Si deseamos que el Estado reciba más recursos y deje de incurrir en deuda, hay que producir más. Con mayor crecimiento económico, todos estaremos mejor. Cuando existió, miremos el gráfico N°2, había menores necesidades de deuda. Desde que los gobiernos pusieron más regulaciones y trabas a la inversión es donde el crecimiento económico comenzó a decrecer y donde volvimos a recurrir a mercados externos pidiendo que nos presten, sin antes existir reformas en el Estado. Y es este el que no se reduce. Los que generan riqueza, las empresas al producir y los ciudadanos al comprar (consumidores), se ajustaron el cinturón en esta coyuntura. ¿El Estado que solo absorbe recursos? Nada. Igualito está. Y muchos planes de gobierno de varios candidatos, aún así, quieren hacerlo más grande, con más responsabilidades.

También del gráfico N°2 podemos observar que nuestra deuda cerró el 2020 a un equivalente del 35% del PBI. Es decir, respecto al 2019, se incrementó poco más de 30%. Aunque es un súper incremento, aún estamos en mejor posición que otros países de la región, donde poseen más del 50%. El tema aquí es que bajo ningún motivo, los ciudadanos deben permitir que la deuda llegue o supere el 60%, no solo porque sería inmoral; sino porque la evidencia muestra que los países con ratios de deudas de entre 60 a 90% de su PBI, no obtienen ningún beneficio en su crecimiento a corto plazo. Es decir, tomar deuda no sirve para nada.
El Estado no puede resolver todos los problemas de la población. No es un padre al que podamos acudir a pedirle dinero así nomás. Enfrenta varias presiones de una infinidad de sectores para que atienda sus demandas. Al final lo único que hace es aumentar su presencia, crea nuevos problemas e incurre en nuevas deudas; las cuales tendrán que ser asumidas no por la generación de ciudadanos actuales (porque los políticos jamás la asumirán), sino por las futuras a través de mayores impuestos. No podemos imponerles a esas generaciones una deuda que hoy está sirviendo, en su mayoría, solo para pagar sueldos a burócratas sin ninguna generación de valor a futuro.