Paloma Celeste Espinoza Vásquez (49) es estilista desde hace 20 años en Ica. Es propietaria de su local “Paloma Spa”, ubicado en la segunda cuadra de la calle Ayacucho. Aunque sabe que muchos colegas están atendiendo a puerta cerrada, el miedo a los enfermos asintomáticos de Covid-19 y la posibilidad de contagiarse y contagiar a miembros de su familia vulnerables, la ha mantenido alejada de las tijeras y los cepillos.
“Para mí la prioridad es la vida o que no tengas que comer. Muchas personas no piensan eso. Si nos hubiéramos puesto de acuerdo y no fuéramos tan egoístas como somos, todos nos hubiéramos reactivado”, dice.
Son meses sin ingresos, que la han llevado a despedir a las cuatro empleadas con las que trabajaba. “Para cuando vuelva a ingresar, (empezaré) con ellos y a empezar de cero. Gracias a Dios ellas lo entendieron, porque están en conocimiento que no están trabajando. Han sido bastante consideradas”, dice y cuenta que sabe que ellas están atendiendo a domicilio, exponiendo su salud.
Como a la mayoría de los microempresarios, el Coronavirus tomó por sorpresa a Paloma y a los peluqueros y estilistas de nuestro país. Si no lo sabías, en el Perú existen al menos 55 mil profesionales dedicados a dichos oficios, según la Asociación Peruana de Peluqueros Estilistas Salones y SPA, fundada en el 2016.
«Actualmente todos están preparando su plan de vigilancia. En el corto tiempo, en 15 días, va a volver a trabajar el 80%. Detrás de ellos hay una familia que empuja», cuenta Edwin Torres, presidente del gremio, que está en contacto con sus socios y colegas de todo el país vía Facebook y Whatsapp.
Por estos canales, Torres cuenta que se están compartiendo formatos de los planes de vigilancia que se deben enviar por correo electrónico al Ministerio de Salud (Minsa) para que autorice el inicio de actividades.
La experta en salones, Gabriela Bohl, que lidera una comunidad virtual de 12 mil profesionales del sector en Facebook, cuenta que la actividad reinició en el país hace dos semanas, pero aún no hay un protocolo oficial para el sector.
“Si bien el protocolo (del sector) se entregó al Minsa y pasó por Produce (Ministerio de la Producción) no ha salido publicado en El Peruano”, informa Bohl, que por estos días está enfocada en comunicar recomendaciones de adecuación a peluqueros y estilistas.
GOLPE AL NEGOCIO
Tanto Torres como las tres empresarias peluqueras coinciden en algo: el impacto en la rentabilidad del negocio es inevitable. No solo porque el aforo se reduce (el aforo se reduce la mitad), si no que hay deudas por pagar (inversiones hechas sin respaldo tras meses sin operar) y mano de obra que ya no volverán a emplear (en algunos casos por una cuestión de espacio).
En efecto, según Bohl, entre el 30% y el 40% de las peluquerías de Lima Metropolitana han cerrado, pues no han podido mantener el pago de los alquileres.
En ese sentido, confirma que quienes apuntan a reabrir locales están asumiendo sobrecostos de entre S/200 y S/2.000 y que las marchas y contramarchas del Estado sobre los protocolos para tal fin no han ayudado. Se refiere a los cambios en la exigencia inicial de realización de prueba de diagnóstico y de asumir un plan de vigilancia específico, que ahora no es obligatorio. Bohl aclara que el plan puede presentarse por escrito. Aun así, advierte que están a la espera de la publicación en El Peruano de un protocolo oficial de reinicio de operaciones.
Pero eso no es lo que más les preocupa. Según cuenta, algunos municipios limeños estarían comenzando a exigir a los salones certificaciones de desinfección (hasta cuatro por mes), lo que genera un doble temor y desincentivo en los estilistas, no solo por el sobrecosto que representaría para la actividad, sino por las sanciones en las que devendría el incumplimiento, comenta Bohl.
NO HAY CRISIS SIN OPORTUNIDAD
Lo cierto es que la emergencia ha empujado al sector hacia nuevos modelos del negocio como la atención a domicilio o la venta de kits para tratamientos y cortes. “(El estilista) ahora entendió que hay un grupo (de clientes) que prefiere eso, si no se va (a comprarlo) al supermercado”, dice la experta y comenta que en otros países como España los salones han empezado a preparar los kits de tinte a medida para no perder fidelidad. Antes eran reticentes a operar fuera del salón o extender su negocio más allá de esa frontera, acota.
Paloma lo sabe perfectamente y no desaprovechará la oportunidad que tiene. En este momento se dedica a la venta de productos de belleza por catálogo. Confía que en agosto podrá volver a atender. Para esto, ha invertido unos S/1.600 en incorporar en el salón diversas medidas de bioseguridad, como señalética, una bandeja para desinfectar zapato, gel, alcohol, un termómetro infrarrojo, mascarillas (para el personal y los clientes), chalecos de trabajo, protectores de acrílicos, separadores de polietileno para colocar entre las sillas (a una distancia de 1,5 metros). Además, prevé realizarse una prueba rápida Covid-19, que le costará unos S/200. “La peluquería ha sido un foco infeccioso muy grande. Vamos a implementar cosas (equipos) que causan bastante molestia. No va a hacer fácil trabajar con mascarilla, visor y mameluco. En Ica tenemos bastante calor, pero tengo ganas de volver a empezar y reactivarme”, afirma.
[Foto de portada de Andina]