Las idas y venidas sobre la permanencia del cuestionado ministro de Trabajo, Iber Maraví, en el gabinete confirman el caos y la improvisación que reina en el gobierno, y también el poco respeto por la ciudadanía que tienen los nuevos inquilinos del poder.
Primero, el premier Guido Bellido publica un tuit con una foto de una reunión con Maraví; luego anuncia que le ha pedido la renuncia. “Hemos evaluado el escenario político y hemos visto por conveniente esa salida”, le dijo a Sudaca. El ministro de Trabajo va a Palacio, se reúne con el presidente Pedro Castillo, sale y dice ante los medios que no ha renunciado, que solo ha puesto su cargo a disposición. En el ínterin, el jefe de gabinete, cuya continuidad también es insostenible, recula y “aclara” que el hecho de que le haya pedido la renuncia no significa que Maraví haya renunciado.
Parece una broma de mal gusto, pero no lo es. Los cierto es que la continuidad de Maraví en el gabinete no solo es una ofensa sino además es indefendible, porque hay abundantes pruebas y evidencias de sus nexos con el terrorismo, que incluyen atestados policiales sobre su participación directa en atentados senderistas en los 80 y una denuncia penal del 2004 por terrorismo, en la modalidad de instigación, por un hecho sucedido en julio de ese año en Huamanga, durante una protesta magisterial cuando era dirigente del Sute de Huamanga (Ayacucho).
Lo que sí parece repetirse en esta nueva crisis es el guion que antecedió al voto de confianza del gabinete, que consiste en mentir para confundir al “enemigo”, en agudizar sus contradicciones mientras siguen, sigilosos, su plan para instaurar un proyecto autoritario. Es una estrategia copiada del manual leninista.
Ya no estamos solo ante un gobierno improvisado, caótico y sin rumbo, sino también frente a uno indolente para las miles de víctimas y deudos del terrorismo en el país. Lo que ha pasado con Maraví es además el reflejo del caos interno que hay Palacio, las pugnas entre sus facciones por cuotas de poder y el silencio cómplice del primer mandatario, que sigue dando muestras de su incapacidad para gobernar el país.