Cuando empezaba a dar ciertas señales de sensatez y moderación, que estaban siendo bien recibidas en distintos sectores, Pedro Castillo volvió a lo suyo: generar zozobra e incertidumbre y ponerse más cerca del ideario del dueño de Perú Libre, Vladimir Cerrón, porque acaba de anunciar –en una actividad realizada por los profesores del Frente Político Magisterial– que en su discurso del 28 de julio pedirá al Congreso que agende la instalación de una Asamblea Constituyente que redacte una nueva Carta Magna.
“El 28 de julio, iniciando el mensaje a la Nación, vamos a ponerle frente al Congreso el primer pedido del pueblo: que agende inmediatamente la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente para hacer con el pueblo la primera Constitución del pueblo”, dijo.
Por supuesto que Cerrón y el ala radical de su bancada, con el congresista electo Guillermo Bermejo a la cabeza, celebran y aplauden el anuncio de Castillo, mientras que a sus aliados circunstanciales de Juntos por el Perú y Nuevo Perú tampoco les molesta la idea, porque una nueva Constitución siempre fue el anhelo de toda la izquierda, de la «moderada» y la extrema, pese que el mismo Pedro Francke, vocero económico del candidato y responsable de «tranquilizar» a los mercados, admitió que para aplicar el plan económico que desplegarían no necesitan cambiar toda la carta política del país.


Como lo hemos dicho acá, insistir con este tema de la Constituyente no solo es un despropósito que paralizará al Perú, generará inestabilidad política y frenará las inversiones, en un momento en que urge, primero, controlar la pandemia, para luego poder reactivar la economía y recuperar lo empleos, sino que además es un imposible jurídico así como Castillo lo plantea.
La figura de la Constituyente no existe en nuestro ordenamiento jurídico. El Congreso, como dice Castillo, no puede «agendar» algo que no está previsto en ley de leyes. Si Perú Libre quiere implementar este mecanismo, primero tiene que reformar el artículo 206 de la Constitución para introducirlo. Y cualquier reforma constitucional, tiene que pasar de todas maneras por el Parlamento, donde el partido del lápiz no tiene los votos para concretarlo.
Tiene dos opciones para hacerlo: que el pleno apruebe la reforma con 66 votos y luego ganar un referéndum; o que la reforma se apruebe en dos legislaturas con 87 votos en cada una. Si se suman los 37 legisladores de Perú Libre y sus cinco aliados de Juntos por el Perú, solo llegan a 42 votos.
Entonces, ¿cuál es la razón para insistir en algo que no tienen cómo conseguir por las vías legales, que además no es una prioridad para el país ni para la ciudadanía, según varios estudios?. «Hay que ser conscientes que esto (la Asamblea Constituyente) podría significar el suspenso de las leyes en el país y de las instituciones. Por tanto, ¿quién se va a animar a invertir a largo plazo en país con estas características”, dijo el exministro de Economía David Tuesta durante su intervención en el el foro virtual “Economía peruana: la agenda pendiente tras el bicentenario”, organizado por el MEF.
Cabe preguntarse por ello, ¿lo harán a la mala? ¿Romperán el orden constitucional para allanar el camino a una perpetuación del gobierno de turno? Los riesgos son inminentes y los más perjudicados serán aquellos que en la campaña Castillo decía representar: los millones de peruanos que han perdidos sus empleos y de aquellos que no tenían trabajo antes de la pandemia.