Toda tu vida te preparas. Vas al colegio y te estudiaa trigonometría, aritmética, geometría (guácala) y álgebra. Luego, en lengua tienes que aprender el sujeto (y el tácito por ahí escondido), predicado, objeto directo e indirecto. Luego, terminas y entras a la universidad. Y dependiendo de lo que estudies, vas a estar ahí unos 5 años o tal vez 10 o 12 (no todos son iguales). Terminas la universidad, y te sigues capacitando, vas a diplomados, a cursos de especialización, a maestrías, y si eres valiente haces un doctorado.
¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué estamos constantemente estudiando y encerrados en aulas (bueno, ahora desde nuestras casas)? Bueno, en simple, porque queremos mejorar. Nos preparamos constantemente para adquirir nuevos conocimientos o crearlos, estar actualizados y ser atractivos profesionalmente. Y obviamente, disfrutar de lo que ello implicará: mayor productividad, mejores sueldos, ascensos, etc. ¿Qué pasa si un profesional no se actualiza constantemente? No será bueno en lo que hace.
Todos sabemos de los últimos cambios en el gabinete, si no te enteraste, aquí te lo cantamos. Cambiaron al premier, y a seis ministros más. Uno de los cambios fue en el ministerio de Educación. A Juan Cadillo le avisaron de su despido por Whatsapp y lo sustituyeron por Carlos Gallardo, de las canteras del Fenatep y que tiene una clarísima posición sindicalista clásica, por el cual cree que su chamba está por encima del resto y merece que el Estado lo llene de gollerías. Lamentablemente se han dado cambios de forma, pero no de fondo. ¿Qué visión trae el nuevo ministro de Educación, cartera que debería ser la más importante de un país? Pues te explico la situación con una frase que le dijo a sus “compañeros” sindicalizados:
“Debe tenerse claro que el sindicato es un organismo de lucha básicamente, un organismo de defensa, de nuestros derechos, de nuestros intereses”
Es decir, la educación de niñas y niños no les importa. Velan solo por sus intereses. Encima, en las reuniones virtuales donde sale a exponer sus ideas, Gallardo lo hace acompañado de gente no muy buena que digamos. En un informe de Panorama del último domingo, se ve a Edgar Tello (actual congresista de Perú Libre), que en la huelga del 2017 (aquella donde Pedro Castillo y compañía paralizaron a la educación por más de 70 días) la dirección contra el terrorismo lo grabó junto con ex condenados de Sendero Luminoso. También está César Tito Rojas, expresidente del comité electoral del Conare, y Mery Coila, ex secretaria de organización del Movadef (brazo político de Sendero Luminoso).
En ese mismo reportaje, en una entrevista al secretario general del Fenatep, le preguntan su posición sobre la carrera magisterial y su respuesta es indignante: “Debe existir una ley que sin afectar la estabilidad laboral y amenazar al maestro con botarlo sino aprueba tres exámenes (…), planteamos la derogatoria de la ley de reforma magisterial”. No quieren ser capacitados ni que se les mida a través de exámenes. Aprendamos de que si algo no es medido o evaluado, no se puede mejorar. Por gente como ellos, los padres de familia, prefieren hacer un sacrificio mayor y mandar a sus hijos a colegios privados.
Entonces, ¿el fin de Movadef o Fenatep es destruir a la educación, no dejar que se desarrolle e imponer su ideología? Sí y no. Ven a la educación como una manera de vivir del Estado sin trabajar y de paso transmitir su ideología, pero lo que los mueves más es controlar la Derrama Magisterial (DM). ¿Qué es? Es la institución que maneja los fondos, con fines previsionales (entregar pensiones), de los maestros del sector público. Miremos la gráfica N°1:
La gráfica muestra, según los estados financieros que la DM presenta a la SBS, como han crecido año a año, los activo que maneja. A junio 2021, tenían más de S/2,800 millones. Es un excelente ahorro el de los maestros y, hay que reconocerlo, muy bien manejado su portafolio de inversiones. Un 13% de esos activos son inmuebles (clubes y hoteles). Además, recordemos que la Derrama Magisterial es dueña de una de las mayores librerías del país: Crisol. Entonces, ya sabemos qué los mueve y qué incentivos tienen.
El mayor problema del país no es la corrupción o la inseguridad, es la falta de educación. Y sea por los sindicatos o por grupos afines, está en peligro. No podemos permitir que se den retrocesos en la educación. Pero, al parecer, el presidente Castillo, para quedar bien con sus amigotes del Fenatep, está dispuesto a destruir todo lo avanzado y los únicos afectados serán los niños y niñas de este país, que sin educación no podrán romper el círculo vicioso de pobreza. Los ciudadanos tenemos que ser conscientes para evitar este despropósito.