Con su discurso en el cierre de la CADE 2021, el presidente Pedro Castillo confirma que vive en una realidad paralela y que no es consciente de la crisis constante que provoca en el país sus silencios, indefiniciones y, sobre todo, sus cuestionados nombramientos. “Los empresarios tienen todas las garantías para invertir en el Perú, el Perú es para todos los peruanos. La política no puede traer cosas que no le interese al país, la política tiene que estar al servicio del país”, dijo.
No es la primera vez que lo dice, pero es un mensaje vacío, que no tiene relación con los hechos ni la realidad que han marcado estos poco más de tres meses de gestión, en los que ha predominado la improvisación, precariedad, inestabilidad y contradicciones. Y una terca insistencia en la asamblea constituyente. Se fue Guido Bellido del gabinete, pero ahora está la ministra Betssy Chávez como la abanderada de este tema. El ministro Pedro Franke podrá repetir todas las veces que quiera que eso «no está en la agenda del gobierno», pero es difícil creerle.
El último escándalo en Palacio se saldó con la tardía renuncia del secretario de la Presidencia, Bruno Pacheco, protagonista de varios intentos indebidos de interferir, primero, en los ascensos de las fuerzas armadas y, luego, de beneficiar a empresas con deudas tributarias a través de presiones al jefe de la Sunat, Luis Enrique Vera.
Su salida no lo exime de los delitos en que habría incurrido en estos casos y que podrían alcanzar al mismo Castillo, porque fue él quien nombró a Pacheco y este podría haber actuado como un emisario presidencial, como lo señaló uno de los altos mandos militares a los que se presionó para favorecer a un uniformado allegado al mandatario. Además, antes de irse, favoreció con cargos a los paisanos del presidente con cargos en Palacio.
De hecho, este viernes, un equipo anticorrupción del Ministerio Público llegó Palacio e inició las diligencias preliminares contra Bruno Pacheco y los que resulten responsables por el tráfico de influencias en agravio del Estado que se habría configurado en este caso, por el que además tuvo que renunciar esta semana el cuestionado Walter Ayala al Ministerio de Defensa.
Pero siguen en el gabinete Juan Silva, titular del MTC, que pactó con las mafias de transporte informal para beneficiarlas, y Carlos Gallardo, el ministro de Educación que busca tumbarse la evaluación docente para darle una manito a sus amigos de la Fenate, el sindicato que fundó Castillo.
Ambos serán interpelados en el Congreso y es probable que los censuren por razones plenamente justificadas si es que no salen antes. ¿Con qué autoridad el presidente puede hablar en nombre del “pueblo” y decir que la política tiene que estar al servicio del país cuando él hace todo lo contrario?
Récord de inestabilidad
Es muy probable que Pedro Castillo tenga, más temprano que tarde, que cambiar a esos dos ministros muy cuestionados que él mismo nombró por su cuenta y riesgo. Así como ellos hay varios otros altos funcionarios en cargos claves (Indecopi, por ejemplo) que han sido nombrados no por sus méritos o capacidades, sino para favorecer intereses particulares, como hemos podido constatar hasta ahora, lamentablemente.
Pero el daño ya está hecho. El más claro ejemplo fue Luis Barranzuela, al que Castillo nombró ministro del Interior, pese a que fue abogado de Vladimir Cerrón y de Perú Libre. En el poco tiempo que duró en el cargo, varios dirigentes del partido de gobierno implicados en la organización criminal ‘Los dinámicos del centro’ se pusieron a buen recaudo y hasta hoy están prófugos de la justicia.
Barranzuela se tuvo que ir porque organizó una fiesta Covid por el Día de la canción criolla en su casa, pese a que su despacho había prohibido este tipo de reuniones por esas fechas. La indecisión de Castillo sobre su salida casi provoca la renuncia de la premier Mirtha Vásquez. El caso de Walter Ayala fue similar y provocó otro amago de dimisión de la jefa del gabinete.
Si la renuncia de Pacheco demoraba más, Castillo se podía haber quedado sin primera ministra y hubiera tenido que recomponer todo su gabinete otra vez. Pero el riesgo de un desenlace así sigue latente. Como van las cosas, el gobierno podría implosionar en cualquier momento.
Castillo es el presidente que ha perdido más ministros en sus primeros 100 días de gestión en toda nuestra historia reciente, según reveló hace poco la unidad de datos de El Comercio. Con la salida de Walter Ayala (Mindef) y José Incio (Produce) esta semana, son 12 los cambios en el gabinete a la fecha. Castillo ha cambiado un ministro cada 11 días en promedio, en poco más de tres meses de gestión. Entonces, ¿quién es el responsable de la inestabilidad e incertidumbre que hay en el país?
Esto no quita que haya sido una torpeza inoportuna que la congresista Patricia Chirinos haya planteado declarar la vacancia por incapacidad moral del presidente Castillo, cuando se sabe que no hay los votos ni el consenso para ello en el Congreso, y de paso genera más ruido político del que ya hay y alimenta la narrativa de victimización del oficialismo con el que estos meses han trata de tapar su improvisación e incapacidad para gobernar.