La agricultura debe ser una prioridad para el nuevo gobierno. En ese punto todos deberíamos estar de acuerdo. Nuestra variedad de papas de las que nos sentimos orgullosos, la rica yuca que comes hervida o frita, los choclazos que los disfrutas con su queso, la cebolla que usas para esa rica sazón, los ajíes que le dan el toque a nuestras comidas, las amplias variedades de frutas que tenemos y que cada turista se sorprende, etc., son gracias a nuestros agricultores.
De esta actividad económica depende el 24% de la Población Económicamente Activa (PEA) nacional y casi 70% de la PEA rural. Pero aquí con estas cifras ya se muestra un primer problema. Con esta masa activa de trabajadores, el sector agrícola solo aporta el 5% al PBI. ¿Qué quiere decir? Existe una muy baja productividad en mano de obra en el sector. Dimensionemos con la gráfica N°1:

Adicional a lo anterior, por la geografía del Perú (el que ha viajado lo debe haber comprobado), existen diferentes tipos de agricultura con sus propias dificultades o limitaciones. A la vez, la variable cultural, sobre todo en nuestra sierra, donde aún mantienen características de trueque, la reciprocidad y decisiones colectivas, le aporta más diferencias respecto a la agricultura costeña.
Esta última es concentrada, con tasas altas de productividad y tecnificada. Pero la agricultura de la sierra es atomizada con baja posibilidad de crear economías de escala, lo que genera baja productividad y donde el aporte tecnológico es muy reducido. En el caso de la Selva, ha tenido mejoras, pero se le han presentado nuevos y graves problemas: la deforestación es uno de ellos.
El nuevo gobierno debe centrarse en mejorar la situación de los agricultores de la sierra. Darles asistencia tecnológica pero también transmitir conocimientos de gestión para desarrollar mercados, con el fin de que incrementen su producción. La situación que muestra el gráfico N°2 debe ser cambiada durante los cinco años que vienen.

La meta del gobierno debe ser incrementar la producción agrícola en 20% para no estar tan alejados de la producción que Lima u otras regiones costeras poseen. La unidad de análisis en la agricultura de la sierra, donde es un negocio familiar en realidad, posee poco acceso a infraestructura de riego, limitado acceso al capital y la poca exposición a la tecnología. Estos aspectos tienen que ser el objetivo a cambiar.
Medidas de los años 70, que fueron un rotundo fracaso, solo no desarrollarán al agro, sino que traerán más miseria, atraso y pérdida de la parcial seguridad alimentaria con la que contamos desde inicios de la década del 2000. Reducir importaciones mientras mejoramos nuestra agricultura no es conveniente. Debemos mantener la política de importaciones libres pero en paralelo dotar de mejores recursos, tanto de conocimientos como infraestructura, para que los productos se obtengan con menores costos, más calidad y así, en competencia, se reduzca la necesidad de importar alimentos.
Voceros de Perú Libre aseguran que las reformas a implementar en la agricultura no implicarán expropiaciones. Con lo nefasto que fue esa época en los 70, dejar que se repita la historia sería de locos. Pero economistas como Pedro Francke insisten en llamar las medidas que dicen que aplicarán una «segunda reforma agraria«, con lo devastadora que fue la primera y que nos dejó como ‘legado’ una pérdida total de la soberanía alimentaria o seguridad. En los 60, el Perú alimentaba al mundo. Después el mundo nos tuvo que alimentar a nosotros. ¡No caigamos en los mismos errores!