Uno de los conceptos de la palabra revolución que da la Real Academia Española es de un “cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional”. Las revoluciones más importantes de los últimos años, y que más publicidad y pasiones han generado fueron la Revolución Cubana, que se inició a partir del primer día de enero de 1959 cuando los revolucionarios, al mando de Fidel Castro, le arrebataron el poder al corrupto gobierno de Fulgencio Batista. La otra, la revolución venezolana, que se le llamó socialismo del Siglo XXI, cuando Hugo Chávez ganó las elecciones en diciembre de 1998, en un contexto de pobreza y corrupción generalizada.
Las promesas de estas revoluciones era luchar contra la pobreza, desigualdad, evitar las explotaciones que el sistema capitalista ejercía contra los empleados y obreros; lograr la creación del “hombre nuevo” ya que gracias a ello la justicia social e igualdad sería plena. Pero al final, lo único que trajeron fue más corrupción, robo sistemático no solo de los recursos públicos, sino todo el patrimonio de sus ciudadanos, crisis económicas, exportación de ciudadanos como productos de bandera y el mantenimiento de una casta política llena de privilegios donde no se les cae la cara de vergüenza por la manera en que viven sus ciudadanos.
A continuación, vamos a revisar las fases que caracterizaron a estas “roboluciones”, que tanto daño le hicieron a estos países en lo que respecta a lo económico, lo social (en lo familiar y amical) y en lo moral.
Revolución a la Cubana
La revolución tuvo un claro programa para las diferentes intervenciones que ejecutó. Es decir, la intervención a la propiedad privada no se hizo de porrazo. Y tiene todo sentido. ¡Ni tontos que fueran! Si hubiese actuado de esa manera, el romanticismo y sentimentalismo con lo que enamoraron a las grandes masas, incluyendo a pequeños propietarios, hubiera mostrado su real cara: prepotencia, dominación, humillaciones, hurtos, desilusión y paternalismo.
Cuando empezó la revolución, la mayoría de emprendedores la apoyó, sobre todo aportando económicamente. Pocos participaron directamente. Los iba a librar de los “abusos que varios agentes del gobierno de Batista ejercían contra ellos”. Sin embargo, esos mismos emprendedores estuvieron también a favor de intervenir a los más grandes, que es por ahí donde iniciaron las nacionalizaciones. Su posición era que los más grandes habían cometido abusos, por tanto el tema era con ellos. “A mí, un pequeño propietario de un negocio, no me harían nada más si los he apoyado en estos años”. Error garrafal.
La revolución tuvo 4 etapas marcadas. En la primera, se puede dividir en dos momentos: el primero de mayo de 1959 donde se implementó una reforma agraria. Se nacionalizaron haciendas y se entregaron a los campesinos que la cultivasen (¿esa historia no les parece conocida? ¿Alguien dijo Velasco?) fijándose como máximo de propiedad, 26 hectáreas por familia. Se prohibió la compra o venta. Al final, todo tenía que revertir al estado. El segundo momento, octubre de 1960, donde se intervino a grandes compañías de consorcios internacionales (azucareras, eléctricas, de transportes y comunicaciones e importantes industrias y también la apropiación de todas las viviendas que los propietarios no ocupaban y alterando todos los contratos de alquileres que se tenían. ¿Saben cuál fue la Justificación del gobierno? Evitar la molestia a los dueños de cobrar a los inquilinos:
“[Así] no tendrán que ir a molestar al inquilino; si el inquilino no les pagaba antes, ellos no cobraban […], se ha hecho un fondo que garantiza que al pequeño propietario, que muchas veces antes no podía cobrar, cobre lo que percibe de renta”.
[Diario Revolución, 02/05/1961]
En una segunda etapa, el gobierno actuó contra la propia moneda que se cotizaba a la par del dólar. Aunque la excusa fue evitar acciones especulativas, el objetivo fue que, ante el temor de más intervenciones a futuro, los ciudadanos se lleven su dinero. Así, el Estado estableció cantidades máximas que los ciudadanos podían cambiar por la nueva moneda “revolucionaria”. Intervino los depósitos para destinarlos al “desarrollo nacional” dejando sin valor el dinero no depositado en los bancos. Es decir, tomaron un dinero ajeno, se lo robaron bajo la excusa de un fin supremo. Ahorros, frutos de trabajo de años, desaparecieron de un día para otro. Aquí un sector de la población ya se daba cuenta que de fines altruistas de la revolución era floro. Pero aún la mayoría estaba segada por discursos sentimentalistas y románticos.
Así estuvieron 3 años, expropiando, nacionalizando o robando, como deseen verlo. Pero aún así, no se podía hablar de la desaparición total del sistema capitalista. Todavía existían amplios espacios donde la iniciativa privada, con dificultades, predominaba. Si existía desconfianza, los dirigentes de los nuevos gremios creados por el gobierno se encargaban, a lo Manuel Merino, de “dar tranquilidad”. El mismo Fidel Castro les dijo a medianos comerciantes, industriales y propietarios agrícola que el estado no tenía interés en intervenir sus negocios:
“La Revolución tienen el control del comercio de exportación exterior, las importaciones, los grandes almacenes, los bancos. A la Revolución no le interesa ese apartado de la distribución. [… Los pequeños negocios] pueden contribuir al avance de la Revolución y la Revolución puede contribuir también a la solución de los problemas de muchos de esos pequeños negocios y pequeños comerciantes […]. Le dará crédito a las industrias que lo necesiten, créditos a los pequeños comercios que lo necesiten, créditos a las fincas que lo necesiten”
(Diario Bohemia, 23/10/1960).
Y el patita siguió mintiendo. Al año siguiente, el primero de mayo, mantuvo su mismo discurso:
“Hemos hablado de nuestra Revolución Socialista. ¿Significa ello que el pequeño comerciante, el pequeño industrial tenga que preocuparse? No. Las industrias básicas, las minas, los combustibles, las centrales azucareras, la función bancaria, el comercio de exportación y de importación […] están en manos del pueblo […] y por tanto pueden convivir con la Revolución el pequeño industrial y el pequeño comerciante”
(Diario revolución 02/05/1961)
¿Estos discursos dieron más confianza? Puede ser, pero en realidad lo que más ayudó fue la bonanza que se creó al inicio. Al igual que pasó en el primer gobierno aprista, las medidas populistas, despilfarro de recursos, subsidios para todos, incremento de sueldos y pensiones creó un optimismo irreal. Un bienestar falaz que no podría mantenerse. “El aumento del consumo familiar (…) contribuyó a aumentar el optimismo de los pequeños industriales y comerciantes que vieron crecer sus ganancias”. Vamos, aceptemos que el mismo lucro los cegó y no pudieron comprender lo que se les venía encima.
En una clara muestra de prepotencia, en 1962, cuando ya las cosas se iban poniendo feas, se inició la tercera etapa. Bajo el argumento de garantizar suministros y evitar especulación a través del acaparamiento y ocultación de mercancías por parte de algunos comerciantes, decidió llevar a cabo la nacionalización de todos los comercios que emplearan a trabajadores ajenos a la familia del propietario, pero, al mismo tiempo, aparecieron las famosas libretas de racionamiento. Tras esto recién empezaron reacciones de sorpresa y desilusión. Toda una vida de trabajo duro se esfumó, desapareció. De ser propietarios, pasaron a ser empleados del Estado (todos pasaban a ser funcionarios interventores en comercios ajenos).
A lo anterior, sumemos una prensa también revolucionaria servil al gobierno. Esta prensa, a esos pequeños empresarios, que lograron ser propietarios con el trabajo arduo y constante de años, los calificó de pequeños burgueses especuladores que se enriquecían a costa del pueblo trabajador. Se ensañó con aquellos migrantes de origen español, acusando que desde la Colonia venía aprovechándose de las desgracias del pueblo cubano. El mismo patrón… un discurso de permanente rencor donde sostiene que todos los males son por otros. Con esto, el círculo estaba por cerrarse. El estado imponía a los ciudadanos solo dos opciones: incorporase a la producción de bienes para la Revolución o jubilarse. Eso es la “robolución” cubana. Eso admiran varios ciudadanos de izquierda. Pero aún faltaba más…
Para 1963, el proceso de reforma agraria ya había nacionalizado la mayoría de tierras. Todas las grandes y medianas empresas intervenidas, pero seguían quedando espacios privados en la economía cubana focalizados en el sector servicios. Vivirían por 5 años más. ¿Por qué? Agárrense con la respuesta… Porque el Estado socialista no tenía capacidad aún de satisfacer la demanda popular de alimentos, servicios de cafetería, cantina, casas de huéspedes, venta de tabaco, lotería y quincalla, venta callejera de refrescos, comida y flores, distribución de carbón y leche, lavado y planchado de ropa. Tampoco reparación de zapatos, ropa, relojes o electrodomésticos. Todo ello lo hacían una amplia oferta de emprendedores, los cuales recibieron un apodo por parte del gobierno dado que aún eran los que generaban desigualdad al estar fuera del sistema socialista: los timbiriche o siquitrillados (la siquitría es lo que tienen las aves en la tráquea, un gusano).
Así, llegamos a la cuarta etapa. El 13 de marzo de 1968 Fidel Castro decretó la muerte de la propiedad privada en Cuba. Al proceso se le llamó “Ofensiva Revolucionaria”. Se zanjó el no tener oportunidades, no lograr o poder desarrollarte, no poder crecer como persona en base a tus propios méritos o habilidades y menos, hacer lo que desees. Es decir, cayó la imposibilidad de tener libertades. Miren cómo una revista explicaba el proceso:
“Hasta este momento hemos intervenido veintiséis comercios privados. En ellos están incluidos cinco bares, dos de los cuales fueron clausurados por ser centro de reunión de ‘lumpens’ y ‘contrarrevolucionarios’, tres bodegas, dos pollerías, dos carnicerías, dos puestos, una quincalla, una cerrajería, un garaje, tres quioscos, un taller, una florería, una fonda, etc.
(Revista Bohemia, 15/03/1968).
Para los que lidereaban la “robolución”, personas que administraban una florería o fonda eran enemigos del estado. Eran sectores estratégicos que no podían caer en manos del malvado sector privado. ¿Por qué lo hicieron? Porque odian el progreso individual. Como son incapaces de lograrlo por sus propios medios y alcanzar a los que se adelantan, es mejor robar. Esta era su razón:
“Subsiste (…) una nata de privilegiados, que medra del trabajo de los demás y vive considerablemente mejor que los demás (…). Holgazanes en perfectas condiciones físicas, que montan timbiriche, un negocio cualquiera, para ganar 50 pesos todos los días (…). Si mucha gente se preguntara qué clase de revolución es esta que permite semejante clase de parásitos todavía a los nueves años, tendría toda la razón de preguntárselo. Y creemos que debemos ir proponiéndonos, firmemente, poner fin a toda actividad parasitaria que subsiste en la Revolución”.
(Discurso de Fidel Castro en las escalinatas de la Universidad de La Habana, 15/03/1968)
Muchos pequeños comerciantes e industriales expropiados, junto a sus familias, se sorprendieron de ese discurso. Nunca pensaron que una revolución popular le quitaría a pequeños propietarios que eran de la clase trabajadora, lo que tanto esfuerzo crearon durante su vida:
“Al principio de la Revolución ningún pequeño o mediano comerciante temió que les fuesen a intervenir. Mi papá vio que la Revolución iba a traer una transformación social, pero no que fuesen a intervenir los negocios pequeños (…). Nunca pensó que le quitaran la bodega. Eso era de él. Él pensó que a alguien como él, que había luchado para conseguir lo que tenía, no le iban a quitar un día lo que había conseguido con mucha lucha”.
(Pedro, hijo de un bodeguero, Camagüey, 06/12/1997)
¿Con esto finalizó el proceso de intervenciones o nacionalizaciones? Nop. Aún faltaba los taxis privados. Y tuvieron un poco más de vida a diferencia de los últimos propietarios de pequeños negocios. En febrero de 1980, el gobierno decretó que todos los propietarios de taxis se asocien a una cooperativa manejada por los burócratas del sistema de transporte. Con esto último, desapareció la propiedad privada y la iniciativa empresarial.
¿Qué les parece este sistema? La decisión individual no existe. La democracia no existe. Al final lucharon por tener más derechos y se quedaron sin ninguno. El Estado asume un paternalismo prepotente y dictatorial porque el ciudadano es incapaz de cuidarse. Y pretende cuidarlo tanto que tampoco le deja salir libremente del país. Y fue a partir de cuando se inició la cuarta etapa en la que salir de la isla era más difícil. Y tiene toda la lógica, si te vas no podrás disfrutar los beneficios del socialismo y de seguro podrías salir adelante creando desigualdad. Para muestra, dos botones. Miren este video y este otro. Videos no de hace 5 o 10 años. Son videos del 2021, de este mes que aún no acaba. ¿Si es un paraíso tan justo, por qué la gente se va cómo puede? Respondiendo la primera pregunta que empezó el párrafo, es un sistema inmoral en todo sentido.
Si deseas saber más sobre la “robolución” y leer otros testimonios de personas directamente afectadas, te invitamos a que entres a este portal y des clic en Texto Completo.
La Revolución del Siglo XXI venezolano
El otro caso emblema de gran “éxito” alcanzado por el socialismo del S. XXI es ver la cantidad de venezolanos “turisteando” en Perú. ¡Claro! Como supieron de la rica comida en Perú, hermosas playas y de lo maravilloso que es Machu Pichu, se vinieron para acá, ¿no? Pues fíjate que no. Esas personas no desean ser pobres, nadie quiere vivir rodeado de miseria. Escapan de un sistema que los condena a ello. Aquí, la revolución fue muy parecida al proceso cubano. Vamos, para robar no hay que innovar o mejorar los procesos. Pero sí podemos identificar 3 etapas.
La primera con la que se inicia la “robolución” venezolana, fue la intervención del sector productivo (y rico) más importante del país, el petrolero. Venezuela es actualmente el país con las mayores reservas de petróleo en su subsuelo a nivel mundial. Supera a la misma Arabia Saudita o a Emiratos Árabes Unidos. Por su producción y exportación, en el 2010, recibía más de US$90,000 millones. En 2020 solo recibió cerca de US$2,300 millones, cifra menor al monto que todos los venezolanos alrededor del mundo transfieren a su país para ayudar a sus familias que sufren las consecuencias de la “robolución”. La empresa estrella, Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), fue intervenida y más de 16,000 trabajadores despedidos. Trabajadores que conocían los procesos, que tenían el conocimiento, la capacidad técnica, y hacían respetar la institución de la empresa, al evitar que los recursos de esta sean mal manejados. Al final, la coparon en su totalidad, destruyeron la meritocracia, colapsaron la producción y terminaron quebrándola.
Luego, vino la etapa que inició la reforma agraria. Seee… todas revoluciones se meten con la propiedad de la tierra. Le quitan a los que saben, desprecian a los que poseen el conocimiento, los tildan de explotadores, esclavistas y bajo la alusión de soberanía alimentaria confiscan las tierras. ¿Para qué? Para que las hagan improductivas y tengan que importar todo el alimento necesario para el país. Hugo Chávez, expropió cerca de 6 millones de hectáreas que abastecía parte de la demanda venezolana. Hoy, ninguna produce según la BBC. Son unos capos para destruir todo lo que tocan.
Como última etapa, se puede mencionar a dos procesos que corrieron a la par. La intervención o mejor dicho la expropiación según los gustos del presidente y su aparato burocrático de la propiedad privada y aplicación de políticas económicas las cuales desconocían, o más bien despreciaban las leyes económicas básicas. Dentro del primer proceso, al igual que en cuba, se trató de llevar (o desaparecer) la iniciativa empresarial y propiedad privada a su mínima expresión, se intervinieron más de 1,500 empresas dentro de los sectores petrolero, constructor, industrial, comercial y alimentario. Para recordar ese proceso, miremos el video donde se ve al presidente venezolano robando con un descaro alucinante (los comentarios también son interesantes).
Y para cerrar a todo dar, dentro del segundo proceso de esta última etapa, las políticas económicas que aplicaron son aquellas que los libros de economía más básicos prohíben aplicar. Justamente porque crean miseria, pobreza, atraso, desconfianza, inestabilidad, injusticias, desigualdad. Todo lo que la “robolución del S. XXI” quería evitar. Toda una irresponsabilidad en el manejo macroeconómico. Inflación, que se transformó en hiperinflación, control de cambios, uso indiscriminado de la “maquinita” para cubrir el déficit fiscal, destrucción del aparato productivo, por lo que no existe crecimiento económico. Miremos el gráfico N°1. Pueden observar la destrucción de riqueza, ¿verdad? Es sorprendente.

Y no solo eso, la población en Venezuela hoy vive, en promedio, con US$0.72 (sí, setenta y dos centavos de dólar) diarios. A ello hay que sumar, como sostiene Equilibrium Cende, que 79% de la población en Venezuela no puede cubrir la canasta básica y poseen un coeficiente de Gini (indicador para medir la desigualdad) de 0.51. ¡Aberrante en todo sentido! Parece que las “roboluciones” que estos regímenes desean son los que van contra el desarrollo sostenible, la concentración de la riqueza y la desigualdad, dado que eso es lo que consiguen con sus políticas.
A diferencia de la “robolución” cubana que solo nos queda leer sobre ella, sí podemos ver la de Venezuela. Quiebra total de un Estado, de un Estado riquísimo por todas los recursos que posee. La captación de ese Estado por una mafia que aún se ve como la defensora de la justicia social, pero está llena de privilegios. Destrucción de toda riqueza económica o familiar; esto último por la ruptura de casi todas las familias debido a la diáspora de venezolanos alrededor del mundo.
‘En Piensa.pe son unos exagerados. Eso no pasará acá. Es imposible. Están exagerando las cosas’, dirán algunos. ¿Exagerando? No, no lo estamos. Hoy en día, existen líderes de opinión, candidatos al Congreso y a la presidencia que enaltecen y admiran a esos líderes “robolucionarios”. Tibiamente algunos se han alejado de esas posiciones, pero no las condenan. Las apañan. ¿No me creen? Miremos algunas publicaciones en redes sociales que personas con esa misma ideología dicen sobre estos regímenes.
Primero veamos este video de un candidato al congreso por Juntos por el Perú. Para este señor, no es una dictadura.
Otro ejemplo:
¿Se dan cuenta? Líderes de izquierda actuales admiran a esos líderes. Si admiras a alguien, ¿qué haces? Te copias, pues. Poco a poco querrán ir emulándolos.
Todas estas fases, en ambas «roboluciones» se basaban en el optimismo (o arrogancia) de que el capitalismo sería enterrado por la superioridad económica del socialismo. ¡Sí, claro! ¡Por supuesto! ¡Obvio! ¡Ajá! ¡No me digas! El sistema económico que defendemos no es perfecto. Posee falencias, dado que fue creado por seres humanos. Sin embargo, moralmente es superior a cualquiera. En el sistema de libertad económica, una transacción empieza con un saludo, termina con una despedida y la yapa es un gracias.