El lunes 16 de marzo, con la declaratoria del estado de emergencia, todos nos fuimos a nuestras casas debido a que se inició una cuarentena a nivel nacional que fue catalogada como una de las más estrictas del mundo.
Aunque estaba destinada a ser un choque brutal al trabajo y a los negocios del pueblo, se sostuvo que era necesaria para poder aplanar la curva de contagios y darle espacio al sistema de salud para que aumente su capacidad de atención y este no colapse.
Bueno, tras más de 100 días de cuarentena estricta, los resultados no fueron los esperados y el golpe a la economía fue brutal. El Gobierno de Vizcarra fue incapaz de aumentar la capacidad de atención del sistema estatal de salud, y ese golpe lo absorbieron pequeños y medianos empresarios, trabajadores independientes, formales e informales, que perdieron clientes, empleos e ingresos.
Por ejemplo, Liliana, propietaria de una tienda de artículos tecnológicos y electrónicos, le dijo a Piensa.pe, “la cuarentena nos afectó en un 100%. Solo existían salidas de dinero, ningún ingreso. De un ahorro de S/5,000 que generamos por la operación de febrero y parte de marzo, estuvimos usando S/1,500 mensuales para cubrir obligaciones. Al día de hoy, en la tienda solo hemos podido generar ingresos por un 30% o 40% de lo que se generó en febrero, si nos vuelven a parar nos morimos”.
¿Qué ocurriría si volvemos a cerrar el país? Ocurriría lo mismo que en marzo, es decir, fracasaríamos. Mucha gente no tendrá la posibilidad de quedarse en sus casas de forma continua, por la simple razón que nunca consideraron nuestros políticos bastante simplones a veces: millones de peruanos no tienen una refrigeradora donde guardar sus alimentos. Al mismo tiempo, según muestra la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), de las 356 actividades económicas que realizamos a diario, 245 volverían a ser impactadas, como la de Liliana, golpeando al 59.7% de la Población Económicamente Activa (PEA), otra vez. En conclusión, la población informal volvería a desobedecer la cuarentena, y los empresarios formales se volverían más pobres o quebrarían.
Hoy nos enfrentamos al rumor de una nueva cuarentena. “¡Otra vez perderé el trabajo que con tanto esfuerzo conseguí hace algunas semanas!” dirá el asistente que contrató Liliana hace poco. Una nueva cuarentena sería meter la pata en el balde con barro dos veces.
¿Por qué mejor no hacemos algo? Por qué mejor no ponemos a nuestros políticos en cuarentena, reducimos la planilla del estado, le prohibimos a los congresistas sacar proyectos de ley tan irracionales y populistas, paralizamos la corrupción en las compras y contrataciones del estado, le negamos a las municipalidades la posibilidad de chantajear a las empresas formales, o mejor aún, por qué no eliminamos tantas subsecretarías de las secretarías de las direcciones de los viceministerios de los ministerios x, y, o z y hacemos que decenas de miles de burócratas se pongan a producir riqueza en vez de consumirla. A cuarentena, que se vayan los políticos.
[Foto de portada: Andina/Difusión]